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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Vientos de Fronda en el PSOE

Al modo de los movimientos insurreccionales al comienzo del reinado de Luis XIV, la pretensión de Pedro Sánchez de llegar a acuerdos de investidura con Podemos, el resto de la izquierda y el nacionalismo para conseguir ser presidente del gobierno, ha soliviantado a la mayoría de los barones socialistas que, sin más disimulo, quieren echarle de la secretaría general. Todo comienza cuando Sánchez proclama su no a Rajoy y su plena disposición en caso de fracaso de éste a articular un gobierno de izquierdas. Es éste el proceso de decantación formal que debe transitar por las fases predeterminadas: primero debe intentarlo el que ha obtenido más votos y a continuación el resto de líderes. Puro paripé. Sin el apoyo del PSOE o la abstención del PSOE y de Ciudadanos, Rajoy no puede ser investido. Es por tanto absolutamente retórica la palabrería de Sánchez. Sabe, como cualquiera de nosotros, que sin el apoyo expreso o tácito del PSOE Rajoy fracasará porque es el PSOE que le hace fracasar.

Cuando Susana Díaz le advierte que no se puede pactar con quienes promueven un referéndum de autodeterminación en Cataluña, Sánchez reacciona apelando a su condición de militante del partido y diciendo que es el secretario general quien orienta los pactos. Aquí Sánchez hace una nueva demostración de debilidad: tiene que recurrir al argumento de autoridad. No es la primera vez. Y no tiene autoridad quien tiene que recurrir constantemente a citarla (dime de qué presumes y te diré de qué careces). Además, y para más inri, Díaz le recuerda que quien fija la política de pactos no es el secretario general ni la comisión ejecutiva sino el comité federal. Es ante este lance que Pablo Iglesias va a permitirse uno de los muchísimos ataques que va a prodigar contra Sánchez y el PSOE: "En el PSOE Sánchez no manda nada, mandan los barones. Yo deseo un interlocutor, si no es con Sánchez estoy dispuesto a hablar con el comité federal". Puesto que el comité estaba convocado para el pasado lunes y ya habían anunciado los barones regionales la presentación de un documento en el que se recogían los presupuestos de la negociación política, ajenos a cualquier iniciativa negociadora con fuerzas políticas que reconocieran el derecho de autodeterminación, Sánchez, ante el riesgo de quedar desautorizado y en trance de dimisión, forzó una reunión el domingo por la noche para presentar un documento único la mañana del lunes. Así se hizo. Y fue una claudicación absoluta ante los barones regionales.

El comité federal del lunes fue la simple escenificación de lo acordado. Allí Sánchez intentó resarcirse de la posición de debilidad ante la que le habían situado echando en cara a los barones el respeto exquisito con el que él había "comprendido" sus pactos de gobernación con Podemos y Ciudadanos que les permitían presidencias y alcaldías. En realidad, lo que sucedió fue que Sánchez incumplió una más de sus promesas electorales, la de que "nunca jamás iba a pactar con el populismo". Sea por su falta de autoridad, sea por su complicidad con aquellos pactos, la realidad es que la ejecutiva del PSOE actuó negligentemente al no dirigir todo el proceso de acuerdos; algo que nunca se puede reivindicar como mérito. Los barones habían reclamado autocrítica sobre los resultados electorales y cumplimiento de los plazos congresuales. Sánchez argumentó la necesidad de estar plenamente dedicado a la negociación política para la formación de gobierno y no distraerse en los asuntos internos. Le replicaron que el Congreso se realizara cuando tocara y que la responsabilidad era suya puesto que la noche electoral, además de proclamar que habían vencido a las encuestas y hecho historia, proclamó su propósito de presentarse de nuevo a secretario general.

El roto en el seno del PSOE va a ser casi imposible de zurcir. Parece que las fuerzas están repartidas de esta forma: a favor de Sánchez, un Madrid dividido, Murcia, Galicia, Cataluña, Balears; a favor de los barones, capitaneados por Susana Díaz; Andalucía, Extremadura, Asturias, Castilla la Mancha, Valencia, Aragón. En el resto parece que no hay decantación clara. Así, como estaba previsto en el resultado electoral, la fuerza política que sufre un proceso de división interna es aquella sobre la cual gravita la decisión de orientar al país en direcciones todas ellas comprometidas con su propia supervivencia. La que tiene menos riesgos para el país pero un gran riesgo para el PSOE es la gran coalición. La que tiene ciertos riesgos para el país pero muchísimos para el PSOE es la repetición de las elecciones. La que puede ser devastadora para el país y para el PSOE es la alianza con Podemos, nacionalistas y ERC. Tal situación, parecida a la que sufriría un astro orbitando alrededor de un agujero negro que va succionando su masa, sería delicada disponiendo de un fuerte liderazgo; en su ausencia, es de extrema gravedad.

Hay circunstancias adversas que, junto a las deficiencias propias, explican el deterioro de una fuerza política. Pero las hay que son directamente atribuibles al propio desarrollo ideológico. La cuestión del liderazgo no ha sido resuelta satisfactoriamente en el PSOE. Se han movido a golpe de ocurrencias. Es lo que ha pasado con las elecciones primarias. Como se sabe es un sistema de selección de candidatos de un partido por los ciudadanos electores, propio de un sistema mayoritario de circunscripción uninominal, donde los partidos no son más que corrientes de ideas. El sistema de listas de partido, propio de un sistema proporcional responde a un ámbito de partidos tradicionales que confeccionan listas y programas. Ambos sistemas son inmiscibles. La inclusión de las primarias en el sistema tradicional de listas lo único que produce es un conflicto de legitimidades. Así, tenemos un líder elegido por los afiliados cuya legitimidad choca contra los órganos salidos de un congreso, en ese caso los barones socialistas y el comité federal. Todo esto podía conllevarse con mayor o menor brillantez en el estadio consolidado y estable que precede al derrumbe. Pero cuando en el exterior surge una némesis como Iglesias que no duda con el mayor descaro en morder la carótida del PSOE para extraerle cuanta sangre pueda y gritar a los socialistas "que se dejen de teatro y admitan que van a entregar el país a Rajoy y al PP", o reaccionan para destruir a quienes quieren hacer lo propio con ellos, o el suelo se hundirá bajo sus pies. Y a los que por aquí dicen que no se resignan, les animo a que sigan escribiendo cartas a los reyes magos. El género epistolar siempre ha sido un lenitivo. ¡Feliz año!

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