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Joaquín Rábago

Xenofobia en el país central de Europa

Los medios liberales germanos parecen cada vez más preocupados por el crecimiento en ese país central de Europa de una xenofobia a la que no es ajena la inquietud creciente que despierta la llegada de cientos de miles de refugiados a ese país de ochenta millones de habitantes. La inmensa mayoría procede de países islámicos, y ese hecho ha llevado por ejemplo al presidente del Consejo Central de los Judíos de Alemania, Josef Schuster, a expresar su preocupación por el crecimiento paralelo del antisemitismo y a reclamar que se pongan límites.

En un reciente debate en las páginas del semanario Die Zeit entre dos judíos, ambos inmigrantes, el periodista y abogado Michel Fridman, nacido en París, y la autora teatral Marianna Salzmann, que nació en Volgogrado, se puso de relieve que el "racismo golpea a todas las minorías", sean cuales sean. "Me gustaría que se hablase alguna vez de la islamofobia dentro de las comunidades judías, que es horrible, o de la que existe en la sociedad alemana", dijo Salzmann tras escuchar cómo Fridman se quejaba de las expresiones de "odio" hacia los judíos que viven en Alemania o Francia, sobre todo a raíz de la última crisis de Gaza.

"Estoy con frecuencia en París, explicó Fridman. Y allí existe un odio al judío que procede de parte de la población francesa de origen musulmán. Pero eso lo vivo también en mi propio país (Alemania), y no sólo por parte de los musulmanes. En Alemania existe una sociedad paralela: violenta, hostil a la democracia y a la Constitución". Pero su interlocutora se dijo más bien preocupada por el tono empleado por el presidente del Consejo Central Judío, que le recordaba la retórica habitual en Estados Unidos durante los años treinta del pasado siglo contra los inmigrantes judíos, a quienes se rechazaba allí por considerarlos "comunistas".

"Ese tono se repite ahora cuando se habla de "oleada de refugiados" como si se tratase de una agresión contra nuestra sociedad. Entonces se acusaba a los refugiados de comunistas, hoy de antisemitas", criticó Salzmann. Para Fridman, actualmente los "racistas" alemanes se fijan menos en los judíos, pero sería equivocado no darle importancia a ese hecho, porque el grupo Pegida (Patriotas europeos contra la islamización de Occidente) habla ya de la "prensa mendaz", identificándola con la "prensa judía".

Es evidente la inquietud no sólo de la prensa alemana sino también de las autoridades cuando se publican sondeos según los cuales un 84% de los ciudadanos cree que la llegada de tantos inmigrantes de una cultura tan diferente como es la musulmana va a cambiar Alemania para siempre y un 54% teme que con la inmigración vaya a aumentar el terrorismo. El fenómeno más preocupante es que los racistas no son ya sólo individuos de los márgenes de la sociedad, sino que el mensaje de los grupos xenófobos comienza a calar también en sectores que podrían considerarse de clase media, algo que ha ocurrido ya en Francia con el auge del Frente Nacional de Marine Le Pen.

Los acostumbrados a pescar en río revuelto tratan de extender el mensaje de que hay que desconfiar de los gobernantes, las elites económicas y de los empresarios de los medios, que son los únicos beneficiados de una globalización que deja a las clases populares cada vez más desprotegidas. La violencia, y esto es lo más alarmante para muchos, ya no es sólo verbal, sino también muchas veces física por parte de los grupos derechistas más radicales, lo cual se ha traducido en un aumento durante el último año de los ataques a asilos de refugiados, sobre todo en el este del país, el territorio de la antigua Alemania comunista, donde surgió precisamente el fenómeno "Pegida".

En sus publicaciones y a través de internet, algunos de esos grupos se dedican a publicar noticias, muchas veces falsas, sobre la proliferación de delitos entre los refugiados, el hostigamiento sexual, el narcotráfico o cualquier incidente que pueda contribuir a aumentar el miedo al otro. Y mientras tanto, la canciller alemana, Angela Merkel, que hace tiempo que dejó de hacerse selfies con los refugiados, es tratada por esos medios de "traidora al pueblo" mientras su antecesor en el cargo, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, la acusa de "no tener ningún plan". Alemania es hoy una gran democracia, y el mundo es muy distinto del de la república de Weimar, pero conviene siempre estar alerta.

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