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Con otra cara

Cuando uno deja un trabajo, es normal llevarse el ficus, el marco con las fotos de los críos y el portalápiz de pinzas de colores que el peque hizo en el último día de la madre. Igualmente, si el presidente de un país da paso a otro de diferente partido, parece normal, además de destruir papeles y discos duros de ordenador, llevarse la foto con Merkel y la pluma de oro regalo del embajador inglés. Lo que ya no es tan normal es llevarse televisores, cafeteras e incluso las sábanas de la residencia presidencial como ha hecho por lo visto Cristina Fernández de Kirchner al abandonar la Casa Rosada. Decían el otro día en la tele que el nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, ni siquiera pudo ducharse al llegar a la residencia presidencial porque el equipo saliente no se preocupó ni de que hubiera agua caliente. El personal de la Casa Rosada cuenta que cuando se marchó Cristina, "se lo llevaron todo, teléfonos, sábanas, y hasta televisores". Numerosos centros oficiales se han quedado vacíos, no aparecen televisores, ni cámara fotográficas, ni teléfonos e incluso se han llevado las cafeteras. Por llevarse, la expresidenta se ha llevado hasta la cuenta oficial de Twitter de la Casa Rosada que tiene más de 300.000 seguidores y en la que, hasta ahora, se anunciaban las actividades oficiales del Gobierno argentino. Pues bien, antes de su salida del gobierno, Kirchner declaró no oficial la cuenta @CasaRosadaAR en la red social y ha pasado a considerarla personal. Vamos, que, como señalaba un internauta argentino, no se han llevado la Casa Rosada porque no tiene ruedas.

Esto, de todas formas, hay que entenderlo. Es verdad que cuando dejas tu trabajo, te limitas a vaciar tu cajón y a llevarte la maceta, igual que si vendes tu casa te limitas a llevarte los trastos, pero... ¿Y si te despiden? ¿Y si te desahucian? A alguno he visto yo llevarse la grapadora y una caja de bolis, y un primo mío se llevó hasta un cuadro que había en la oficina de su jefe como venganza por haber sido despedido tras veinte años en la empresa. En cuanto a las casas, hasta los grifos he visto desaparecer si se ha echado al inquilino por no hablar de puertas destrozadas o pintadas en las paredes para jorobar al banco. Lo mismo pasa en los casos de divorcio en muchos de los cuales desaparecen de la casa hasta las servilletas de papel.

Habrá que suponer que a la anterior inquilina de la Casa Rosada le ha pasado algo parecido, la han echado y se ha ido dando un portazo y con el candelabro en el bolso. En España esto no ocurre y seguro que, pase lo que pase hoy, la cubertería de plata se quedará en la Moncloa. Aquí nos van más los de guante blanco.

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