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Antonio Papell

El futuro gobierno

Aunque ya no se publican encuestas por una absurda prohibición de la ley electoral que habrá que revisar, no existe ya posibilidad real de grandes mutaciones en las tendencias demoscópicas registradas, por lo que es inevitable la constitución de un abanico parlamentario inédito formado por cuatro partidos relevantes, cada uno de ellos ubicado en la franja entre el 15 y el 25% del voto popular, que cohabitarán con una disminuida Izquierda Unida (ahora con el estrambote de "Unidad Popular") y diversos partidos periféricos. Parece que el Partido Popular estaría en cabeza, con no más de 130 diputados, en el futuro Congreso, en tanto el PSOE, Ciudadanos y Podemos se disputan las siguientes plazas en el ranking de popularidad.

Con estos resultados, y teniendo en cuenta los enclavamientos ideológicos de los principales actores y sus consiguientes incompatibilidades, el futuro gobierno, que será por fuerza resultado de algún acuerdo, puede ser de diverso signo (en todo caso, el ajuste final de posibilidades dependerá lógicamente de los resultados concretos).

La fórmula más probable será un gobierno monocolor del Partido Popular, investido con el apoyo de Ciudadanos, que no se implicaría en el Ejecutivo y que probablemente impondría el candidato a la presidencia del Gobierno (ello explica que Génova esté rodando a Soraya Sáenz de Santamaría como candidata alternativa). Esta fórmula se volvería particularmente verosímil si el PP y C's representaran la mayoría absoluta de la Cámara Baja. El principal obstáculo sería la lógica resistencia de Ciudadanos a tal alianza, ya que es lógico que Rivera quiera preservar la personalidad política de su formación sin dar lugar a equívocos. Por ello, ni siquiera debería descartarse que C's tratara de imponer al PP el candidato a presidente (no es la primera vez en Europa que se forma una coalición asimétrica capitaneada por el partido menor).

En segundo lugar, si la matemática lo permite, podría producirse un gobierno PSOE-Ciudadanos, que precisaría probablemente la abstención de Podemos. Esta fórmula adquiriría verosimilitud política si la distancia entre el PP y el segundo en el ranking fuese muy escasa y la formación conservadora no pasase de los 130 escaños. Y, por supuesto, sólo sería posible si el PSOE quedara en segunda posición, como aparece en la mayoría de las encuestas, por delante de Ciudadanos; en la hipótesis, hoy por hoy improbable, de que quedara en tercer lugar, la crisis socialista sería tumultuosa y el partido se mantendría con seguridad fuera de cualquier pacto para intentar recuperarse del desastre.

En tercer lugar, y por último, continúa presente en los mentideros políticos la "gran coalición" PP-PSOE, al parecer estimulada últimamente por Moncloa, que esgrime como argumento de peso la necesidad de proceder durante la próxima legislatura al apaciguamiento de Cataluña y a una serie de grandes reformas: la constitucional, la del sistema de financiación autonómica que quizá debería constitucionalizarse y, a presiones de los emergentes, la del modelo electoral.

La idea no es descabellada, y podría llegar a enunciarse como posibilidad si el PP y el PSOE obtuvieran resultados sensiblemente próximos el 20 de diciembre. Naturalmente, el encontronazo entre Sánchez y Rajoy en el debate del pasado lunes condiciona esta hipótesis. Y tampoco puede excluirse completamente la posibilidad de un gobierno de concentración, con explícitas pretensiones constituyentes, que incluiría a Ciudadanos y al que sería invitado Podemos, que probablemente declinaría la oferta, que sería incoherente con su ideario sobre todo con el de sus primeros tiempos y con su estrategia.

Hay, en fin, diversas opciones, todas con un déficit manifiesto de estabilidad a priori, aunque sea muy aventurado tratar de adivinar lo que vaya a suceder después.

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