El objeto del deseo no solo resulta oscuro y escurridizo sino que sencillamente no existe, son las sorprendentes conclusiones de las investigaciones psicológicas. Prueba de ello es que si no fuese así aquellos que tuvieran la suerte de conseguir la realización de sus ilusiones debieran quedar colmados, en éxtasis, en un estado de plenitud duradera y paz. La realidad demuestra implacablemente que tal cosa no sucede... por suerte, como veremos.

Pese a lo difícil que resulta concebir un modelo de salud mental, una de las aproximaciones más aceptables es quizás una alternancia entre estados de ilusión y esfuerzo en la persecución de lo deseado y estados de goce temporario por lo conseguido. Cual si de un experimento de laboratorio se tratase, la evolución de la vida de algunos ganadores de loterías parece evidenciar lo peligroso de romper ese equilibrio.

Existen varios estudios basados en el seguimiento de la vida de ganadores de grandes premios a lo largo de los años y las evoluciones catastróficas que acaban con los ganadores arruinados tras un breve período de euforia suelen ser objeto del morbo periodístico. Los medios publican listas de ganadores en diversos países que se volvieron alcohólicos, cocainómanos, que despilfarraron su fortuna en lujosos caprichos y acabaron arruinados psíquica, física y económicamente.

Aunque las estadísticas, aun basándose en datos ciertos, pueden dar una visión equivocada si las muestras no se contrastan con los porcentajes totales de ganadores, esas historias pueden servir de caricatura agigantada sobre el funcionamiento de la psique humana y las relaciones sociales. Michael Norton, profesor de economía de la escuela de negocios de Harvard y psicólogo especializado en decisiones económicas, es autor de un libro cuyo título podría traducirse como Dinero feliz: la ciencia de la inversión inteligente, explora la relación entre dinero, gasto y felicidad. Sostiene que la mayor parte de la gente reconoce la necesidad de ayuda y asesoramiento para ganar o invertir el dinero pero a la hora de gastarlo se basa en la intuición y eso lleva a gastos en lujo desproporcionados e innecesarios.

Norton afirma que la proporción de felicidad de un coche lujoso a uno económico no se corresponde al gasto monetario que supone. Precisamente los gastos más frecuentes de los ganadores súbitos de fortunas son en coches de alta gama. Floyd Mayweather, el campeón de boxeo, se ha convertido en el deportista mejor pagado del mundo, y logró generar una fortuna que va por los 110 millones de dólares gracias a sus peleas. Este súbito y exuberante multimillonario tiene, entre otras cosas dos Bugatti Veyron, un Bugatti Gran Sport, dos Ferrari 459 Spider, un Lamborghini Aventator, un Porsche 911 Turbo S y un Ferrari 599 GTB Fiorano, además de un avión. Lo mismo ocurre con los jugadores de futbol, que como los ganadores de lotería se transforman en ricos repentinos y suelen comprar marcas de costo desmesurado.

Hay fenómenos sociológicos y psicológicos de los que depende la evolución de afortunados, o desafortunados, a los que se les cumple el deseo de riqueza. El sociológico se refiere al impacto de la riqueza súbita en el equilibrio de las relaciones sociales y el psicológico a como esa riqueza influye en la dinámica de la motivación. Sociológicamente los estudios sobre la evolución de las relaciones sociales de los ganadores revelan alteraciones en el equilibrio de intercambios afectivos que hace que sean asediados por aduladores aprovechados. Prueba de la importancia de este fenómeno es la obra del economista norteamericano Robert Palgliarini autor de un libro que lleva el sugestivo título que se puede traducir como La solución a la riqueza súbita en el que ofrece a los afortunados tocados por la varita mágica su asesoría para evitar que ese tipo de riqueza acabe en depresión. Palgliarini, dicho sea de paso, es además director de una empresa de asesoría especializada en enseñar a volver invisible el premio y a invertirlo, tratando de evitarle al ganador la profunda alteración de su red social por los pedidos de ayuda económica que vaya a recibir así como las envidias de que pudiera ser objeto ya que es socialmente peligroso generar el espejismo de haber conseguido el objeto del deseo.

Psicológicamente lo decisivo es la necesidad de poder seguir deseando que puede llevar a una escalada de objetivos desmesurados. Un ejemplo histórico de esta necesidad de poder desear es la de las bacanales de los antiguos romanos que se inducían el vómito para poder sentir deseo de comer. El mayor riesgo de los ganadores es el colapso de su capacidad de ilusionarse y esforzarse para tener motivos y proyectos.

Finalmente hay otro curioso efecto que es común en muchas formas del pensamiento mágico. La tendencia a ver un sentido en donde solo hay caos y azar. Por ejemplo quienes creen poder adivinar el futuro porque algunas veces ocurre algo en que pensaron. Esta pérdida de la capacidad cognitiva se produce por la creencia de que el premio no llegó por azar sino por ser listo y lleva a emprendimientos megalómanos que suelen terminar en desastre. Qué ironía, resulta que no hay maldición más maligna que desear a alguien que se le cumplan todos sus deseos.

*Psicólogo clínico.