Diario de Mallorca

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Si hay algo que nos ha enseñado el siglo XXI es que no estamos preparados. No lo estábamos para la nueva guerra de religiones que se puso en marcha con el derribo de las Torres Gemelas de Nueva York; no, desde luego, para acoger en Europa a los que huyen de la muerte y tampoco sabemos qué hacer ante la falta de empleo de casi la mitad de los jóvenes a causa de la avaricia desmedida de los adultos. Así que el director danés Michael Madsen ha comenzado a poner de manifiesto nuestras carencias con un documental de hora y media que se llama The Visit y aborda lo que deberíamos hacer si de pronto aparecieran los extraterrestres.

Resulta que, en realidad, esa eventualidad sí que estaba en cierto modo prevista. Gracias a la noticia del documental de Madsen me he enterado de que hay una oficina de las Naciones Unidas cuyo nombre, Asuntos del Espacio Exterior, lo dice todo. Su responsable, Mazlan Othman, sale en la película reconociendo que no existen planes de contingencia preparados para recibir a los extraterrestres pero gracias al documental sí que se adivina alguno. Por ejemplo, un experto en comunicación del Reino Unido sugiere que, llegado el caso, haga de portavoz de la humanidad el naturalista David Attemborough. El plan quizá tenga un inconveniente: el gran divulgador de la ciencia nació en 1926 así que el año próximo cumple los noventa. O se dan prisa en venir los extraterrestres o habrá que buscar una alternativa.

El gran mérito de la película de Madsen es a mi juicio el que nos ha abierto los ojos. Tenemos que estar preparados, sí, pero ¿sólo ante la amenaza extraterrestre? No; es evidente que necesitamos con urgencia planes para hacer frente a otras situaciones en las que, alegres y confiados como estamos, nadie piensa. ¿Qué sucedería por ejemplo, si los teléfonos móviles transmitieran, en vez de conversaciones, recetas de cocina tailandesa? ¿Cómo nos las arreglaríamos si de golpe la totalidad de las gasolineras del planeta se convirtiesen a la vez, a causa de una estrategia empresarial perversa, en karaokes? Peor aún, ¿y si los calamares de mares y océanos que, como se sabe, cambian de colorido para comunicarse, se quedasen de pronto para siempre como las gafas de Elton John?

Las catástrofes nos acechan sin que siquiera nos hayamos planteado qué hacer cuando lleguen. Será por eso, digo yo, que a la alcaldesa de Madrid se le haya ocurrido limitar la velocidad en las vías de cintura y detener de vez en cuando los parquímetros de la ciudad ya que la contaminación nos amenaza porque no llueve. Es evidente que los coches ensucian menos el aire circulando despacio que cuando están parados. Y la niebla densa de la capital de China nos advierte de que el peligro es muy serio. Pero no se preocupen; la solución está en marcha. Seguro que los calamares, venga a cambiar de color, serán capaces de decirles a los extraterrestres cómo somos y se les quitan las ganas de quedarse.

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