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Eduardo Jordà

Las siete esquinas

Eduardo Jordá

Hojas secas

Que el clima está cambiando de forma muy rápida es algo indiscutible, pero aún hay gente que se niega a verlo o que intenta escamotear la verdad con teorías pintorescas

Ayer fue el primer día que vi hojas secas en el suelo, esas hojas amarillas que anuncian o más bien anunciaban la llegada del otoño. Cualquiera que tenga más de cuarenta años recordará que el otoño llegaba a mediados de septiembre con unos cuantos chubascos y con un descenso gradual de las temperaturas. Y en octubre se notaba ya el cambio de estación: empezaba la época de las setas, de los caracoles, de las castañas asadas y de sacar la ropa de abrigo de los armarios. Octubre también era la estación de las hojas secas y de las hogueras en los campos. Rosselló-Pòrcel hablaba en el último poema que escribió A Mallorca durant la Guerra Civil de las hogueras donde ardían las hojas y las hierbas secas cuando llegaba "el cor de la tardor". Pero esto ya es cosa del pasado. Este año el otoño ha empezado si es que ha empezado con el puente de la Constitución, pero las temperaturas siguen siendo muy altas, al menos de día, y los árboles siguen llenos de hojas a las que cada vez les cuesta más secarse y caerse al suelo.

Que el clima está cambiando de forma muy rápida es algo indiscutible, pero aún hay gente que se niega a verlo o que intenta escamotear la verdad con teorías pintorescas. Curiosamente, ninguno de los principales partidos que compiten en estas elecciones ha hablado de lo que piensa hacer con respecto al cambio climático. Es posible que lleven alguna propuesta en el programa, escrita con letra pequeñita y en lugar no demasiado visible, pero en la campaña apenas se ha hablado de este asunto. Y seguimos oyendo promesas y declaraciones que nada tienen que ver con la tétrica realidad de un mundo que va aumentando de temperatura día a día. Y peor aún, hace pocos días se hizo público que en España había habido más muertes que nacimientos por vez primera en muchos años, lo que implica que la pirámide de población se está invirtiendo por completo y cada vez hay más ancianos a los que habrá que mantener con alguna clase de pensión. Dentro de cincuenta años la cosa da miedo, porque habrá un 95% de población dependiente (es decir, formada por menores de 16 años o por mayores de 64), y esa población tendrá que vivir con las aportaciones de la minoría que tenga un empleo remunerado si es que lo tiene y esté en condiciones físicas de trabajar. Yo no estaré aquí para verlo, pero la perspectiva no es nada esperanzadora, sobre todo si uno piensa en las consecuencias del cambio climático y en la degradación irreparable de las condiciones medioambientales que ya estamos viviendo. Eso sí, me gustaría saber qué escribirá el Rosselló-Pòrcel del futuro alguien que nacerá dentro de quince o veinte años cuando llegue el día, como le ocurrió al nuestro, en que se dé cuenta de que va a tener que despedirse para siempre de un clima y de un paisaje que amaba sin remedio. ¿Hogueras de hojas secas? ¿Columnas de humo en el corazón del otoño? ¿Jardines como músicas? Dudo mucho que sobrevivan esas cosas.

Digo esto porque ahora mismo uno de los mayores debates electorales se centra en la conveniencia o no de reformar la Constitución, cuando la Naturaleza sigue su propio curso alterado y enloquecido por la mano del hombre, y ese curso es por completo ajeno a todo lo que los hombres digamos y escribamos. Por mucho que prometamos, por mucho que anunciemos, por mucho que reformemos, las hojas secas no se caerán hasta bien entrado el mes de diciembre si es que se caen, porque las temperaturas seguirán subiendo y el verano durará siete u ocho meses, o quizá más, y habrá olas de calor que nadie sabe cómo podremos soportar. Y en nuestro país habrá cada vez más ancianos y más personas dependientes, que deberán ser mantenidas por una población menguante y que va a tener empleos precarios y con salarios que apenas den para pagarse la cotización de la seguridad social. De estos temas, por supuesto, nadie habla ni quiere decir nada, porque las soluciones son complejísimas y muy costosas si es que existen, pero sería bueno que alguien se parara un segundo a pensar un poco en todo esto.

Nos hemos acostumbrado a vivir en un presente continuo en el que no tiene ninguna importancia el pasado, pero tampoco el futuro, así que nos cuesta imaginar lo que pueda ocurrir dentro de un tiempo, del mismo modo que nos molesta recordar lo que ocurrió hace años porque nuestra mente no acepta información que no sea inmediata y simultánea y actual. Y eso, me temo, tampoco va a tener arreglo con ninguno de los programas electorales que compiten en estas elecciones, gane quien gane y haga lo que haga. Si es que llega a hacer algo.

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