Diario de Mallorca

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Por fin nos incorporamos de verdad a Europa. Los principales países del continente, con Alemania a la cabeza, contaban ya con sus altos cargos de la política señalados con el dedo por haber plagiado sus tesis doctorales. Pero en España estábamos fuera de esa nómina de elegidos y la razón de tales carencias podía deberse o bien a que nuestros políticos no copiasen o, cosa peor aún, que careciesen de doctorado alguno. Ahora por fin se arregla el fallo gracias a la noticia aparecida en el diario El País de que el vicepresidente del grupo del Parlamento Europeo que se conoce como Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa, Marc Guerrero, miembro en origen del consejo ejecutivo de Convergència Democràtica de Catalunya, anda bajo sospecha por un presunto plagio de algunas de las páginas que forman su tesis doctoral defendida con un premio cum laude ante la universidad de Barcelona (UB).

Cuando quien se sintió plagiado, Jaume Urgell, denunció ante el rectorado de la universidad que párrafos enteros de la tesis de Guerrero reproducían de manera casi textual lo que Urgell había escrito sin citar a su autor, la UB hizo lo que cabía esperar que hiciese: nada. El jefe de los servicios jurídicos de la universidad de Barcelona le vino a decir a Urgell que si se sentía vulnerado en sus derechos acudiese a los tribunales y, de haber sentencia, entonces ya verían lo que hacían. Cualquiera que esté familiarizado con la forma como funciona (es un decir) la maquinaria universitaria habría previsto semejante respuesta. Pero el periodista interesado por el asunto insistió y, al cabo, desde la UB han tenido que abrir una comisión técnica para que determine el alcance del supuesto plagio. Tardará dos meses en emitir su primer informe.

Lo mejor de este asunto es saber que la UB cuenta con un protocolo para tratar de oficio las sospechas de fraude. Las autoridades académicas a cargo de los programas de doctorado justifican el que nada menos que el jefe de los servicios jurídicos de la universidad no lo supiera al hecho de que los episodios de plagio son escasos. ¿Escasos? Cada vez son más y mejores los medios digitales de detección de textos plagiados. Se han creado en principio para que los profesores sepan cuándo un alumno entra en Google y copia cualquier estudio que circule por internet. Las veces en que sucede eso son más bien abundantes. Pero sería una medida cautelar de gran importancia para la credibilidad y honorabilidad de cualquier universidad que esa misma herramienta de rastrear fraudes se aplicase a los trabajos de sus profesores; igual nos llevábamos más de una sorpresa relativa no a políticos que ocupan altos cargos sino a académicos de cierta notoriedad. El otro fraude, el que estudios como los de Urgell y Guerrero pongan de manifiesto que hay dineros públicos invertidos en tareas que van más allá de las competencias de una comunidad autónoma, y eso no tenga consecuencia alguna, queda de momento en el olvido en espera de que nos aclaremos acerca de lo que es el Estado.

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