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Matías Vallés

Al Azar

Matías Vallés

El Palacio de Coacciona

Son Espases arruina la sanidad de Mallorca, y el Palacio de Congresos se come el presupuesto turístico del Govern. Ambos proyectos, de pésima calidad constructiva, se han levantado con maniobras chantajistas soportadas estoicamente por la ciudadanía. Las tácticas caciquiles empeoran en el proyecto infamante para la fachada marítima de Palma, que Coacciona se declara incapaz de terminar. Ojalá la ejemplar compañía llevara al extremo su actual presión, y derribara el mamotreto que la izquierda ha sido demasiado cobarde para demoler.

A nadie puede sorprenderle el estilo amenazante de Coacciona, cuadra con la prisión de máxima seguridad que quiere endosar como Palacio de Congresos. El asombro procede de la respuesta de la nueva política, que por lo visto consiste en arrodillarse ante la misma casta que nos humillaba en la vieja política. La diferencia es que el PP abrazaba gozoso el chantaje, mientras que la amalgama de izquierdas se somete a la presión ilegítima con resignación. En efecto, lo mismo ocurrió en Son Espases, salvo que Més y Podemos presumían de distinguirse del PSOE. Las bravatas de la constructora sirven al menos para comprobar que Palma cuenta con el peor alcalde de su historia. En la institución vecina, Biel Barceló lloriquea como si estuviera en la oposición, en lugar de agarrar el escándalo por los cuernos y a los chantajistas por las solapas.

¿Pueden ausentarse los funcionarios del puesto del trabajo porque no están de acuerdo con las condiciones que firmaron y exigir "una nueva planificación", como hace Coacciona? En una sociedad avanzada, los responsables de la empresa tendrían que abandonar la isla, perseguidos por los nativos de quienes pretenden burlarse. Aquí son festejados por una izquierda que admite "definitivamente" la existencia de un chantaje, pero prefiere omitir palabras gruesas en el horario infantil que habita 24 horas al día. Mallorca no necesita un Palacio de Congresos, mucho menos el hotel adyacente. Si le quedara un rescoldo de dignidad, Cort arrojaría a los chantajistas del templo que no saben acabar, para borrar a continuación del mapa ese doble insulto a los mallorquines y a la arquitectura.

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