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Presidencialismo

Los modelos republicanos presidencialistas se basan en una doble legitimidad: la soberanía nacional reside en el Parlamento, elegido por sufragio universal (con alguna excepción poco significativa, como la británica en lo concerniente a la Cámara Alta), pero también en la jefatura del Estado, asimismo elegida directamente por el electorado y que por lo tanto es también un "órgano de soberanía" que participa de los poderes del Estado. Ejemplos a mano de estos modelos son el norteamericano y el portugués. En nuestro país vecino, el presidente de la República desempeña un papel relevante en la designación del jefe del Gobierno, como acaba de verse. Tras las últimas elecciones, el presidente Cavaco Silva se negó en primera instancia a encargar al socialista António Costa la formación de gobierno, mediante el pacto de su formación con las dos minorías de izquierdas. Sólo tras fracasar el centro derecha en si intento, Cavaco se ha avenido a la otra fórmula, aunque con condiciones. El modelo no parece muy funcional.

La comparación con el modelo español resulta iluminadora. La monarquía parlamentaria es objetable sin duda por diversos conceptos pero tiene indudables ventajas: un monarca bien preparado y lealmente dispuesto a cumplir con su papel constitucional puede desempeñar con la necesaria neutralidad su papel de arbitraje entre partidos a los que no debe servidumbre alguna. Las viejas y brillantes monarquías del centro y del norte de Europa pueden dar fe de ello.

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