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Defender Europa (I)

El mundo árabe está formado por los 22 estados miembros de la Liga Árabe y 280 millones de habitantes en una extensa área que se extiende desde el Atlántico hasta el Golfo Pérsico, con ramificaciones en el África subsahariana. Comparten un mismo idioma, el árabe. Conforman un mosaico muy heterogéneo con un nivel de riqueza que presenta enormes desigualdades: Somalia tiene un PIB per cápita de 100 euros , frente a los 31.800 euros de Emiratos Árabes Unidos. Sus sistemas políticos y riqueza también son asimétricos: Monarquías en el Golfo Pérsico y repúblicas petrolíferas en Libia, Argelia e Irak antes de la guerra. Países que viven de las rentas petrolíferas como los anteriores, frente a otros que han cimentado sus economías sobre un sector de servicios muy productivo hasta los ataques terroristas: Túnez, Marruecos, Egipto y Jordania.

Países laicos como Túnez frente al reino saudí donde el Corán es la ley suprema; otros como Marruecos en continua transición hacia una democracia de base monárquica que pugna por la transparencia electoral, mientras ejerce una tutela y control sobre los medios de comunicación. Países que sin embargo comparten una base ideológica patriarcal, un régimen de libertad vigilada o de ausencia de ésta y que mantienen a la mujer alejada de las instituciones políticas restringiendo, con ello, sus posibilidades de poder reformar su status quo, relegándola a criar hijos y mantener una alta tasa de natalidad.

El islam nace en el siglo VII de la era cristiana en la Península Arábiga fundado por el profeta Muhammad, que difundió la palabra en lengua árabe. Comprende una población (musulmana) cifrada en unos mil trescientos millones de habitantes, geográficamente esparcidos en un amplia territorio que abarca desde África hasta las islas de Asia oriental. El mundo islámico es un compendio de etnias, lengua (entre ellas el árabe) y culturas que hacen del islam un universo complejo, dinámico y heterogéneo. No es sólo un credo religioso; es política, ley, cultura, una forma de vida y de comportamiento.

Los occidentales tendemos a simplificar el Islam identificándolo exclusivamente con sus aspectos religiosos. Y no es así. Al-islam es voluntad; islam significa sumisión y etimológicamente procede del verbo aslama (hacerse musulmán). El Islam significa obedecer la sharía, traducido como "camino a seguir" y que constituye la ley islámica. Ésta comprende vertientes religiosas, sociales y legales. El prisma religioso abarca dos obligaciones. De una parte, seguir las enseñanzas del Profeta, y de otra, el yihad (esfuerzo) para vencer la tensión y el conflicto a que todos los humanos (musulmanes o de otro credo) están sometidos en la vida: el bien debe vencer al mal. Pero, de otra parte, la sharía también regula las relaciones entre los miembros de la comunidad musulmana: contratos, matrimonio, herencia, delitos y las relaciones con otras comunidades religiosas y políticas.

Es decir, el Islam encierra un rico y complejo aspecto institucional desconocido por el mundo occidental. Esta larga introducción era necesaria para abordar la cuestión del terrorismo yihadista. Éste no es sólo de componente religioso. El problema no es el Islam. El 11 de marzo de 2004 atentaron en Madrid, asesinando a 193 inocentes e hiriendo a otros 1.858; el 7 de julio de 2005 asesinaron en Londres a 52 inocentes e hirieron a otros 700 y el 13 de noviembre de 2015 asesinaron en París a 132 inocentes e hirieron a otros 400, muchos de los cuales están gravísimos. La motivación de estos repugnantes atentados responde a parámetros ideológicos, políticos y religiosos. Debe quedar bien claro al lector que no debe utilizar la terminología Estado Islámico relativa al responsable de estos asesinatos cobardes. Porque ni es un estado ni representa a los musulmanes islamistas. Es obra de al-Dawla-al-Islamiya-al-Irak-al-Sham, cuyo acrónimo es DAESH. En lengua árabe según como se conjugue, significa intolerante, y, además, el sonido de la palabra es similar a otra que significa "cosa que pisar o aplastar", es decir, algo asqueroso, que es lo que es DAESH. Por eso no les gusta que les llamen así, y por eso debemos hacerlo.

Atacan a países que representan la tolerancia, la inclusión, la cuna de las libertades y la democracia (Francia e Inglaterra) y otras democracias que ocuparon (España años 711-1492). Países considerados apóstatas. Nos atacan porque los dirigentes yihadistas radicales han politizado la religión. Este es el quid de la cuestión. Han manipulado las fuentes religiosas, invistiéndose de esta forma de autoridad moral. Esto les permite reclutar adeptos no sólo entre musulmanes inmersos en sociedades pobres, sino también en ciudadanos radicalizados de clase media, e incluso entre occidentales incultos que ven en el terrorismo una salida a la crisis existencial de sus vidas.

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