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En defensa de Occidente

Es la guerra. Por fin Francia se ha dado cuenta. George Bush calificó los atentados del 11 de septiembre en Nueva York de 'declaración de guerra'. El entonces presidente francés, Jacques Chirac, le corrigió: no se podía hablar de guerra, sino de acciones terroristas. Han pasado 14 años y miles de muertos, entre los que contamos las víctimas de Madrid, Londres y París, pero finalmente Françoise Hollande reconoce que estamos en guerra. La última vez que escribí sobre la amenaza del yihadismo -a propósito del ataque a Charlie Hebdo-, un comentarista me acusó de hacer apología de Pegida. Voy a intentar explicárselo mejor, porque, en el fondo, la cuestión es bastante sencilla. La Tercera Guerra Mundial no es un conflicto de trincheras como las dos anteriores: es la lucha entre dos modelos antagónicos y sólo puede quedar uno. La culpa de los atentados no es de Occidente. Básicamente, lo que hemos hecho mal es ir perdiendo esta guerra por no querer declararla antes. Algunos ni siquiera se han dado cuenta aún. Pero los malos son ellos.

Digo esto porque, con los cuerpos de las víctimas inocentes de París aún calientes, me he cansado de leer estupideces en las redes sociales. Una de ellas, que si por qué nos conmociona París y no Beirut si todas las víctimas son iguales. Pues por una simple cuestión de cercanía. Me duele más una paliza si me la pegan a mí que al vecino, lo que no quiere decir que si es él quien la recibe no me parezca censurable. Otra, que si hay que informar también de quién fabrica las armas y se las vende a los terroristas. Pues bien, propongo que, para acabar con la violencia doméstica, no se fabriquen ni comercialicen más cuchillos ni tenedores y comamos todos con las manos. Vaya a ser que alguno se caliente y le dé por utilizarlos para cargarse a la parienta. Quien fabrica un arma no obliga al que la compra a usarla cobardemente contra civiles inocentes y desarmados. La responsabilidad moral de los crímenes no es del que montó el kalashnikov, como no es culpable de ningún degüello el que vende navajas toledanas. Sabiendo ya que ni usted ni yo somos responsables por haber nacido en una democracia europea del atentado de París, podemos explicar ahora en qué consiste esta guerra.

"No viviréis en paz, tendréis miedo hasta de ir al mercado": es la advertencia de los terroristas a Francia -y por extensión al resto de Occidente-. Lo que hay detrás de ella no es sólo una amenaza a la paz, sino básicamente un intento de coartar un sistema de libertades a través del horror. El yihadismo es compatible con la paz; una paz a la que llegan mediante el sometimiento de la voluntad de los individuos a sus creencias. Alá es grande, quien no lo crea es un hereje y su misión es convertirlos o eliminarlos. No es sólo una cuestión de religión pero también se trata de ella. Porque los budistas no van por ahí asesinando infieles, ni los cienciólogos. Los cristianos hace siglos que dejaron de hacerlo. También hubo fanáticos -para cada creyente su Dios es el único verdadero-, pero evolucionaron. A Occidente le costó mucha sangre y unas cuantas revoluciones liberales la separación entre Iglesia y Estado. Así que hoy en día es injusto y demagogo meter a todas las religiones en el mismo saco, en una equidistancia indecente. Porque lo cierto es que, o evolucionan pronto -cosa que parece poco probable-, o son un peligro para todos los demás, incluidos sus correligionarios.

Un riesgo porque su modelo es excluyente, porque es incompatible con la libertad. Cualquier tipo de libertad. Hemos tardado demasiado en darnos cuenta de que no se trata sólo de no ofender. No es únicamente la libertad de expresión sino la de pensamiento, conciencia y acción. No es una cuestión de política exterior y de exportar la democracia a países que prefieren la Sharia, ya que los terroristas habían nacido en Francia. El enemigo está en casa. Occidente ha ido cediendo espacios de libertad al no defender a Salman Rushdie ni rebelarse contra el asesinato de Theo Van Gogh por un documental contra el Islam. Era el principio, pero cada vez va a más. Y seguirá así a menos que los demócratas hagamos algo para evitarlo. Algo más allá de la tolerancia y de eslóganes de 'No a la guerra', me refiero. Mientras tanto, no parece que vayan a dejarnos en paz porque nos quieren sometidos a través del miedo. O vence el modelo democrático-liberal o volvemos a la oscura Edad Media en que los fanáticos defienden sus ideas con bombas y cuchillos. Aquí las sostenemos sobre papel, tratando de hacerles pensar, no como yo, sino conociendo otro punto de vista. Francia tiene pánico, pero es necesario aunar fuerzas para defender la libertad de no creer que Alá es grande o que sí lo es, o todo lo contrario. No es casual que hayan elegido la cuna de la Ilustración: liberté, égalité, fraternité. Destruir esos valores es su principal objetivo, mientras que defenderlos supone nuestra obligación primordial.

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