Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eduardo Jordà

Facebook vale más

Leo que Facebook y Amazon ya valen más dinero que todo el conglomerado industrial del grupo General Electric. La General Electric, fundada por Edison y sus socios en 1890, se dedica a la fabricación y distribución de energía eléctrica, pero también a la fabricación de motores, a la producción de gas, al petróleo, al software, a la industria de las armas, a los aerogeneradores, a los aviones, a los electrodomésticos y a las cámaras digitales. Me dejo muchas cosas más que no caben aquí. Es decir, que la General Electric fabrica bienes de consumo y objetos tangibles, y en última instancia, suministra la energía -también tangible- que hace funcionar esos objetos y esos bienes de consumo. Amazon, por su parte, es un inmenso distribuidor comercial de toda clase de artículos de consumo, desde CD´s a objetos de jardinería o libros o cualquier otra cosa que podamos imaginar. Detrás de los inmensos almacenes de Amazon, que tienen el extraño aspecto de una colmena blanca llena de camiones esperando la hora de la carga, hay millones de objetos y cientos de trabajadores que tienen que empaquetar y enviar esos objetos a cualquier lugar del mundo. Ahora bien, ¿qué vende Facebook? ¿Y qué es lo que hay detrás de esa empresa? Y yendo más allá, ¿qué es lo que la hace más valiosa que la electricidad y el petróleo y el software informático fabricados por la General Electric? Pensándolo bien, detrás de Facebook no hay absolutamente nada. O bueno, sí, el narcisismo insaciable de mil millones de usuarios en todo el mundo, todos colgados de sus "likes" y de sus cientos de amigos (a muchos de los cuales no han visto en su vida).

Que una empresa que no fabrica nada ni tampoco vende nada ya sea más valiosa que una empresa que fabrica toda clase de objetos, desde armas a aerogeneradores o software informático, y que también es uno de los mayores suministradores mundiales de gas y electricidad y petróleo, es uno de los grandes misterios económicos que definen nuestra época. Y ese misterio explica que hayamos entrado en otro ciclo económico en el que el trabajo humano apenas cuenta nada, ya que cada vez cuenta menos lo que se fabrica y se vende. Y peor aún, este nuevo modelo económico demuestra que el hecho de no vender nada puede ser mucho más rentable que el hecho de producir y fabricar toda clase de objetos de consumo. De repente, la economía ha dejado de ser una actividad que tenía que ver con el intercambio y el consumo de objetos tangibles. De repente, la economía puede consistir en fabricar y distribuir narcisismo en vez de petróleo o electricidad. Ahora ya ni siquiera hace falta comprar ni vender nada. Y este cambio vertiginoso en la economía también revela un cambio profundo en las relaciones humanas que tarde o temprano tendrá que afectar a nuestra forma de entender la vida.

Hace años vi "La red social", la película en la que David Fincher contaba cómo se inventó Facebook -cuando Mark Zuckerberg quiso vengarse en la red de la chica que lo había dejado-, y las posteriores trifulcas internas que surgieron entre los jovencitos que avalaron el proyecto. Hay quien dice que esa película es una obra maestra, pero a mí me pareció una de las películas más aburridas que he visto en mi vida. Todo era glacial, frío, inhumano, sin más signos de experiencia humana que la codicia infinita que empujaba a aquellos niños pijos de Harvard a pelearse por las ganancias colosales que estaba dando Facebook. En la vida de cualquier mafioso de medio pelo había mucha más grandeza humana que en aquellos chicos que sólo sabían hablar de ordenadores, algoritmos y miles de dólares. Y todo en una atmósfera de una frialdad emocional que ponía los pelos de punta. En la vida de los creadores de Facebook no había amor, ni pasión alguna -más allá de la codicia insaciable-, ni generosidad, ni curiosidad de ninguna clase (descontando, claro, Internet y los circuitos de los ordenadores), ni mucho menos sensibilidad o afecto o miedo. Zuckerberg y compañía podían ser alienígenas recién llegados a la tierra en una de esas películas de ladrones de cuerpos que se hacían en los años 50.

Pues bien, éste es el mundo en el que hemos entrado. Un mundo en el que es muy normal que los trabajos sean pocos y estén mal pagados. Un mundo en el que los humanos ya cuentan igual que los objetos, es decir, muy poco, es decir, nada. Un mundo del que no hay que esperar misericordia. Y ese mundo ya está aquí.

Compartir el artículo

stats