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Moda de otoño

Sostiene mi amigo Johannes que los diseñadores de moda son misóginos. Como buen filósofo, es amante de las categorías claras y netas, pero no creo que la cosa sea tan sencilla. Me parece, eso sí, que -salvo honrosísimas excepciones- últimamente en las prendas de vestir femeninas se ha impuesto una tendencia: el disfraz. No es una crítica negativa. En mi ya lejana infancia lo que más me gustaba era disfrazarme, y en vacaciones de verano, disfrazarme y salir a la calle con otras correligionarias de atavío para ver la cara que se les ponía a quienes iban en los -escasos- coches que pasaban. Visto de forma retrospectiva, reconozco que mis preferencias se decantaban por el boho-chic, huyendo del total look (aburrido) y el trendy (más aburrido aún). Pues bien: el resultado de rebuscar en el arcón donde dormía la ropa de mis antepasadas y mezclarla al buen tuntún, hoy desfilaría por una pasarela. Entre las imágenes de la moda de este otoño he visto a una chica con botas y ceñido traje minifaldero de encaje blanco que se completaba con un chaquetón de cuadros escoceses. Algo me dice que el diseñador también tiene un arcón en su casa.

La vida se vuelve cada vez más lúdica. O, por mejor decir, a los jóvenes adultos parece que les cuesta cada vez más dejar la adolescencia y ser adultos. Al menos, ser adultos como antes. El mensaje es que la vida ha de ser divertida. La publicidad nos dice que tomarse el desayuno desencadena un subidón de endorfinas, y desde ahí ya es un no parar. El trayecto en metro se adereza con una buena partida en el móvil, y el trabajo es mera anécdota, un paréntesis hasta el nuevo momento de jugar. Jugar en el más amplio sentido de la palabra. Hace apenas unos días el territorio patrio se vestía de Halloween, "satánico carnaval de otoño" según el obispo de Cádiz y fiesta que cada año atrae a más conversos. De nuevo el juego, el disfraz que disimula -sólo disimula- la rutina y proporciona la ilusión de no ser quien se es en realidad. Porque, por mucho que una se vista con los colores de moda y recuerde salir a la fría calle con un foulard ("fino, sólo para adornar, no para abrigar", según la gurú de una acreditada revista femenina) al cuello, las tostadas matinales no son el orgasmotrón, y un atasco de tráfico camino del trabajo, incluso con una canción de fondo, no mola si se repite casi todos los días.

En los escaparates que exhiben la moda femenina otoño-invierno 2015 -salvo honrosísimas excepciones, repito- impera el disfraz. En proporción más elevada que la temporada pasada, pero quizá menor que la próxima. Bueno es saberlo y decidir en consecuencia. Y a las fashion victims hispanas que quieran jugar a disfrazarse, sólo un comentario: el sol brilla para todas, pero los pantalones acampanados sólo favorecen a unas pocas privilegiadas de pierna. Ignorarlo es cometer un delito de lesa estética y perpetrar una agresión visual contra los demás transeúntes.

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