Diario de Mallorca

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El Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop) ha realizado una encuesta en toda la Unión para conocer la opinión de los jóvenes que se incorporan se intentan incorporar, vamos al mercado laboral. En España más de la mitad de ellos cree que no logrará encontrar un empleo que concuerde con la formación de que dispone. Entre los afortunados que tienen éxito y cuentan con un trabajo, cerca de un tercio de ellos lo certifica: se siente sobrecalificado para la tarea que ejerce y el sueldo que recibe. Un porcentaje similar añade que ni logrará mejorar nunca, ni conseguirá trabajar en aquello para lo que se ha formado.

Ese panorama es desalentador. Yo he vivido toda mi trayectoria profesional como docente en un mundo universitario en el que se daba por supuesto, tanto en España como en Europa entera, que la clave para el éxito profesional dependía de los estudios realizados: cuanto más altos, mejor. Pero sucede que en los tiempos en los que más oferta de carreras grados, las llaman ahora masters y doctorados hay, con una infinidad de opciones al alcance de la mano, el paro llega a extremos inasumibles para cualquier sociedad que quiera llamarse desarrollada. Nunca hubo tantos estudiantes en las aulas y jamás dispusieron de una titulación tan alta. Con el resultado de que, si encuentran trabajo, es del llamado basura. La pregunta obvia es la del por qué.

La primera respuesta que salta a la vista es la de la poca relación que existe entre las enseñanzas universitarias y lo que demanda el mercado laboral. Los profesores universitarios siempre hemos insistido que se trata más de formar ciudadanos que trabajadores pero esa fórmula romántica ha fracasado en el momento en que la crisis económica ha convertido en ingente la lacra del paro. Quizá nos olvidamos de que los ciudadanos han de poder formar una familia y tener una casa, deseos si no derechos a cuya satisfacción la enseñanza universitaria no contribuye lo bastante. Con la peor de las conclusiones posibles, que tiene que ver con la segunda razón, la más dura y cruel de ese desencuentro entre formación y empleo.

Esa segunda razón tiene que ver con el modelo de país por el que apostamos. Si nos reducimos a convertirnos en el lugar donde los europeos pasan sus vacaciones y viven sus años de jubilación, si centramos en el urbanismo y los servicios la principal y casi única fuente de riqueza, estamos condenados a ser de por vida un país de albañiles y camareros. Con todos los respetos para esas profesiones, tan honrosas como la que más, para semejante proyecto están de sobra las titulaciones universitarias, los postgrados y los doctorados. Si se consiguen será para seguir la carrera profesional en otro país de miras más elevadas. Porque el empleo que lograrán los graduados y los doctores aquí estará varios escalones por debajo de la formación recibida. Eso mismo que detecta la encuesta del Cedefop, por otra parte.

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