No nos hacemos mayores de repente. De entrada lo tenemos fijado en años. Cada año cumplimos uno más. Nos vamos haciendo adultos. Adultos mayores, poco a poco. Nos alegra cumplir años. Bueno, en teoría claro, y no a todos. O mejor, cumplir años sí, por supuesto, pero no hacernos viejos. Es quizás la lentitud de ese devenir, lo que hace que no seamos conscientes de lo que puede sobrevenir, cuando tengamos unos pocos años más. Unos cuantos años más de los que tenemos en este momento. Ahora, que no vemos el horizonte de la vejez. Que no nos identificamos con ella. Que no tenemos o no queremos visualizar una imagen diferente de nosotros mismos, más mayor. Incluso, aunque nos hayan dicho que nos parecemos a nuestro padre o a nuestra madre y tenemos ocasión de verlos, a ellos, como una imagen nuestra con unos cuantos años más.

Quizás sea ese uno de los motivos de nuestra falta de previsión en relación a la planificación de nuestro propia vejez. Una falta de proyecto que se refleja en cómo de bien o mal cuidamos nuestra alimentación, en la actividad física que llevamos a cabo o no, o en las relaciones que cultivamos con los demás de forma más o menos extensa y consciente. En la forma en la que hacemos llegar nuestra opinión, nuestra energía y nuestra disposición en los espacios de participación social. Es obvio que no podemos generalizar. El nivel de cuidado está muy relacionado con cuestiones de tipo sociocultural y económico. También lo está con el nivel de previsión de la comunidad en la que vivimos y en cómo se organiza ésta para hacer llegar el mensaje y también para proporcionar los recursos que lo hagan posible.

Es por eso por lo que cuando nos preguntan ¿dónde quiere usted envejecer?, la respuesta, tenga uno la edad que tenga, es: en casa. Se dice sin pensar en que quizás eso no sea tan fácil como ahora, que somos autónomos. Podemos compartir que es una buena opción: envejecer rodeados de la familia, los amigos, los vecinos, el paisaje con el que hemos convivido durante muchos años. Toda la vida en algunos casos. Pero, envejecer en casa tiene muchas posibilidades. No se trata solo de cuestiones de lugar físico. Es hablar de espacio afectivo, espacio mental, espacio social. Hace unos días tuvimos ocasión de conocer los últimos avances en innovación social en Europa para una vida saludable y activa. Vivir en casa podría ser posible y seguramente necesario para nuestro bienestar. Pero es probable que necesitemos ayuda del algún tipo y es importante anticiparse y promover nuevas miradas, y acciones, que lo hagan factible.

Efectivamente, se necesita de la innovación para adaptar la funcionalidad del hogar. Se necesita de la innovación para ampliar la red de servicios a las visitas al hogar de manera periódica por parte de los recursos de salud y sociales. Se necesita de la innovación para adiestrar y generalizar en el manejo de las tecnologías en el hogar; para poder estar conectados con aquellos recursos, personas, grupos o servicios que puedan darnos el apoyo de cualquier tipo que podamos necesitar. Sí. También se necesita de la innovación, de la apertura de miras y de la capacidad de visualizar nuestro futuro de mayores. Para poder planificar la vida independiente con aquellas personas con las que queramos compartir el resto de la vida que nos queda, ahora que somos autónomos.

* Catedrática de Universidad en la UIB