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Jose Jaume

Por fin, un acto de justicia

El Gobierno balear anuncia su disposición a aprobar en la Cámara autonómica una ley que posibilite rescatar del ominoso olvido a los dos mil asesinados por los fascistas durante la Guerra Civil. Por fin alguien decide que nos reconciliemos con nuestra historia reciente. Por fin la Administración autonómica hace lo que se debió emprender décadas atrás: exhumar las fosas, dar digna sepultura a quienes pagaron con su vida la defensa de la legalidad constitucional republicana, su oposición al golpe de Estado del 18 de julio de 1936 o, simplemente, murieron por venganzas personales. Se hará un acto de justicia, el que la derecha nunca ha querido llevar a cabo. Al anunciarse la decisión del Ejecutivo balear de remitir la propuesta al Parlamento la portavoz del Grupo Popular ha tenido la indecencia de afirmar que "es su prioridad, no los funcionarios o los médicos". Marga Prohens añade a la descalificación, eso sí, "con todo su respeto a las fosas", que no sabe si la presidenta Armengol se refería a "estas", a las fosas, cuando hablaba del rescate de la ciudadanía. Sentencia la osada portavoz de los populares que se trata de una iniciativa de "carácter ideológico". Seguramente Marga Prohens no entiende nada. Su ignorancia le hace desconocer qué es lo que sucedió en las Islas en los primeros meses de la Guerra Civil. Lo ignora o, lo que no es improbable, le sucede lo que a otros conspicuos representantes de la derecha encarnada en el PP: los asesinatos del franquismo les incomodan profundamente, les molesta que se menten, les coge a contrapié, entre otras poderosas razones por la que una y otra vez asoma en sus declaraciones: no han roto el cordón umbilical que les une al franquismo, son, a lo que se ve, incapaces de asumir que la del general Franco fue una dictadura levantada sobre cientos de miles de asesinados, instaurada por un golpe de Estado militar que desencadenó una guerra civil. Para nuestra derecha el de la Segunda República, con sus innumerables y clamorosas deficiencias, nunca llegó a ser un régimen democrático. Incurren en la peor de las perversiones: equiparan el franquismo con la República, llevan a cabo un repugnante ejercicio de equidistancia cuando no de proclividad hacia los militares sublevados en 1936 aduciendo que la situación de España era caótica. Para ello han contado antes y ahora con la complicidad de la jerarquía de la Iglesia católica, que, al igual que a lo largo de la dictadura, les ha facilitado la coartada que necesitaban.

Así se comprende su renuencia a que se abran las fosas, a que se eliminen los símbolos de la dictadura o a que se pueda enjuciar a los criminales que actuaron impunemente a lo largo del franquismo. Incluidos policías torturadores. Escuchar a dirigentes del PP como Rafael Hernando, Pablo Casado y ahora Marga Prohens despreciar iniciativas como la que se remitirá al Parlamento balear exhibe cuál es el concepto que en el partido que gobierna en España se tiene de lo que fue la Guerra Civil, de lo que supuso el franquismo. Es cansino establecer una y otra vez la misma analogía: en la Alemania de hoy es inconcebible que algún político diga en referencia a sus crímenes lo que la portavoz Prohens ha manifestado. Si en Alemania se da con una fosa en la que hay asesinados sin ninguna duda de inmediato será objeto de una completa investigación de las autoridades procediéndose a la recuperación de los restos. No se despachará la cuestión con los lamentables exabruptos emitidos por la señora Prohens. Otro tanto puede decirse de Italia: los crímenes fascistas se han investigado a fondo. Se ha hecho, cuando menos, justicia histórica.

En España no ha sido así. El dictador murió en la cama. Muerte natural. Su régimen quedó justificado a ojos de la derecha cuando se estableció que se iría "de la ley a la ley". Tan lamentable artilugio ha hecho posible que el PP rechace colaborar en la apertura de las fosas, pretensión que ridiculiza (declaraciones de Hernando y Casado entre otros) o sitúa en las querencias ideológicas de la izquierda, que es lo que acaba de hacer la diputada Marga Prohens, que, hay que reiterarlo, o bien su ignorancia histórica es descomunal o no hace otra cosa que seguir la estela marcada por quienes dirigen el PP, a los que cualquier cosa que recuerde la Guerra Civil y la dictadura franquista les origina la mencionada insalvable incomodidad, porque seguramente les sitúa antes una contradicción que por el momento han sido incapaces de solventar.

La propuesta del Govern balear saldrá adelante: dispone de la mayoría suficiente. Falta dilucidar quién la apoyará además de PSOE, Podemos y Més. ¿Qué harán el Pí y Ciudadanos? De la inteligencia del líder del partido regionalista hay que esperar lo mejor, por lo que probablemente Font dará su respaldo. Sobre Ciudadanos, francamente, es difícil pronosticar por dónde irá. Pericay es un intelectual brillante, un hombre al que acompaña una vasta cultura y una notable capacidad de análisis. Su actuación política es, hasta el día de hoy, manifiestamente mejorable. Pericay carece, o no ha mostrado, el empuje que un líder político requiere. En cuanto al PP, la diputada Prohens no se ha atrevido a decir que votarán en contra. Se reserva la decisión hasta conocer el detalle de la propuesta. Es lo que suele hacerse cuando a la incomodidad se suma la percepción de que la oposición a la misma puede dejarles con demasiadas vergüenzas al descubierto. En cualquier caso, la descalificación de la iniciativa ya ha sido consumada.

El día en el que la derecha española deje de sentirse incómoda cuando se saca a debate la Guerra Civil y los crímenes del franquismo podrá pensarse que se ha cruzado una frontera que hoy se sigue antojando lejana. Observando cómo, en el Ayuntamiento de Palma, la oposición a que se derribe el monumento fascista de Sa Feixina se reviste de retorcidos argumentos para no reconocer que lo que no se desea es que una de las huellas más visibles que en Ciutat subsisten de la dictadura desaparezca, se llega a la conclusión de que no hay manera de aceptar lo evidente, que la del general Franco fue la peor de las dictaduras padecidas por España en su atormentada historia.

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