Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

El cansino debate de Sa Feixina

Es una verdad de Perogrullo que mientras se habla del derribo del monolito de Sa Feixina no estamos en otros temas más importantes, como la decadente limpieza de la ciudad, el creciente problema de saturación circulatoria del centro que hace imposible la convivencia entre turistas y vecinos, el desquiciado crecimiento de esa gran barrera levantada contra las personas que es el puerto, y en ese plan. Yo estoy muy en contra del cansino debate sobre la preservación o supresión del citado memorial fascista y muy a favor de que desaparezca cuanto antes del horizontal horizonte de esta maravillosa ciudad, valga una redundancia estética que hace mucho al caso. El monumento a los caídos en el crucero Baleares ya tendría que haberse demolido hace años, pero la izquierda suele gobernar con complejos. Así, la alcaldesa socialista Aina Calvo usó fondos públicos para asearlo y adecentarlo, y quitarle los elementos más elocuentemente alusivos al franquismo. Lo podrían haber disfrazado de supositorio, de cohete espacial o de Peñón de Gibraltar, pero no por ello dejará el monolito de ser lo que es, y pasará a convertirse en un homenaje a todas las víctimas de la guerra civil. Para nada creo que lo vean así los descendientes de los desaparecidos del bando perdedor, que todavía luchan por buscar sus restos en cunetas y tapias de camposanto. Simboliza lo que simboliza, por lo que mantenerlo en pie en un espacio privilegiado de Palma supone mostrarle un respeto que no comparto.

Corría uno de los mandatos de Joan Fageda (PP) lustros atrás cuando se abordó la última remodelación importante de Sa Feixina, con un presupuesto considerable. Viví muy de cerca cómo la izquierda, las asociaciones de descendientes del bando republicano, entidades vecinales e incluso voces autorizadas de colegios profesionales exigían la eliminación de un monumento cuyo inexistente valor artístico o patrimonial generaba absoluto consenso, y que domina y protagoniza el lugar en que está enclavado. Se recordó entonces, igual que estos días, que el arquitecto Guillem Forteza creó en 1935 este espacio público como un jardín lineal que permitiese a los alumnos del colegio Jaume I una visión perfecta del mar y al resto de los ciudadanos acercarse él caminando. En su apaisado y despejado diseño se clavó como un puñal orgulloso un monolito que se pagó por suscripción popular alentada por los allegados a los 786 fallecidos en el hundimiento del Baleares. Me consta que dentro del equipo de gobierno de Fageda hubo quién planteó tímidamente su desaparición, aunque fuese por la vía de trasladarlo al museo de San Carlos, al camposanto o a donde aceptaran semejante donativo, pero al final se optó por conservarlo para no herir susceptibilidades, ni darle el gusto a la oposición. Y porque ese homenaje no molestaba especialmente a su electorado y la eliminación sí podría herir susceptibilidades entre la derecha más radical. O sea, por motivos exclusivamente ideológicos.

Ha pasado tiempo desde entonces, y la dignidad de la pelea enmarcada bajo el concepto de 'memoria histórica' goza de un aprecio social incuestionable. El referéndum sobre el memorial de sa Feixina que propone ARCA me parece improcedente, (dejemos las consultas populares para temas serios), sobre todo si se advierte el destrozo que se ha perpetrado contra la silueta de Santa Catalina y el barrio del Jonquet, con la destrucción de elementos muchísimo más valiosos sin tanto jaleo. El mismo interés patrimonial del monolito lo tuvieron las placas de mármol de la plaza Jinetes de Alcalá, o los escudos preconstitucionales que se han arrancado de los espacios públicos que dominaban, y los palmesanos han asumido sin problemas su retirada porque en la calle ya no hay dos Españas. Es hora de que Sa Feixina recupere su ancho horizonte.

Compartir el artículo

stats