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José Carlos Llop

Puro teatro

Cuando vi ascender a Artur Mas la escalinata del Palacio de Justicia -un edificio con verjas y vidrieras modernistas, Gaudí Style- y contemplé los laterales llenos de alcaldes, otros políticos y periodistas, y los bajos llenos de alcaldes, otros políticos y público abanderado y vociferante, y luego vi a los alcaldes alzando las varas y los espadines -al menos uno era espadín- y a Artur Mas arriba, firmes primero y saludando, mano en alto, después, pensé que habíamos visto esa escena antes.

Cuando hace un año, el fotomontaje de Mas sobre un mar de banderas cuatribarradas dio la vuelta a España, se habló de Moisés y Los Diez Mandamientos de Cecil B. De Mille. Pero la escena del jueves era otra cosa. No pertenecía al Viejo Testamento sino al Nuevo. Y el edificio Gaudí Style era el palacio de Pilatos en Jerusalén. Allí se juzgaba a alguien o se juzgaba algo. Allí el pueblo reclamaba a alguien y reivindicaba algo. Entonces lo comprendí: Barrabás, queremos a Barrabás, era la banda sonora. Barrabás, queremos a Barrabás era su significado. Y las varas de mando y los alcaldes eran como Caifás y otros sacerdotes y los mossos, los pretorianos romanos, y Barrabás era Barra Mas. Barra, desde luego, no le falta: ni en sentido metafórico, ni en el literal. Pero no me meteré en estos berenjenales. Hablo de escenografía. Hablo de teatro. Queremos a Barra Mas.

Aún no sabemos quien es Pilatos, pero todo se andará. Ahora sólo sabemos quien es Barrabás. Ya es mucho. Barrabás había sido un bandido, un ladrón, y luego se unió a los zelotes y con ellos combatía contra el imperio romano. Al revés que Jesús no había pasado por el mundo haciendo el bien, precisamente -sigo con el Nuevo Testamento y las leyendas que nacieron de entre sus páginas-, pero su conversión al nacionalismo de Israel le supuso la liberación de su pasado apolítico y el entusiasmo popular que lo apartó -en el último momento- de la crucifixión, castigo por sus delitos, convirtiéndole en un héroe aclamado por su pueblo. Le ocurrió, a Barrabás, como a tantos delincuentes, cuando se alistaban en la Legión Extranjera.

En Jerusalén no había vidrieras Gaudí Style, pero el resto debió de ser muy parecido al acto del jueves pasado. La aclamación de Mas frente al Palacio de Justicia es un acto antiguo, tan antiguo que parece de hace dos mil años o más -como los emperadores romanos, por ejemplo, o los tiempos de Aquiles-. O si cerca, como de los años treinta del siglo XX, ya saben. Por lo menos su ritual es el mismo. Y alguien se ha de llevar el Premi Nacional de Teatre: quien lo haya ideado, consiguiendo esa puesta en escena. Puro teatro, sí. Comedia, también. Cartón piedra de la política, efectivamente. Pero vivimos en la época del puro teatro, de la comedia y del cartón piedra, no de la alta política. Un óscar, pues, o lo que sea, para quien, sin quererlo, nos ha abierto los ojos y nos ha hecho ver a Barrabás en Barra Mas.

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