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Matías Vallés

Un referéndum de Mas

Si la amistad indisoluble con Bárcenas, o con Rato o con Granados, obligara a Rajoy a declarar ante un juez, ¿suscitaría una movilización ciudadana a su favor del estilo de la concentración lograda ayer en Barcelona por Artur Mas? El Gobierno no solo ha convertido al líder de Convergència en el único president posible de la Cataluña actual, sino que lo ha inmortalizado al cincelarle un papel histórico. Bajo la quijotesca pretensión de endosarle delitos impostados, el PP le ha lavado además los pecados penales asociados a los convergentes y a la gestión de la Generalitat. La envidia carcome a Jordi Pujol, ante la rehabilitación triunfal de su delfín.

La función primordial de la justicia consiste en la resolución de conflictos. Cuesta encajar esta tarea con la persecución penal del autor de la convocatoria de un referéndum de Mas, que se desarrolló sin un solo acto incívico y del que apenas si se recuerda el resultado. El PP busca, entre los miembros de un tribunal, los votos que se ha visto impotente para cosechar en las urnas de Cataluña. Los populares convocaron ayer una nueva consulta, sin perroflautas entre quienes exteriorizaron su agravio. Merced a esta torpe maniobra, el estupor ante la paradoja de que el cuarto de una lista reclame la presidencia de la Generalitat, se transforma en admiración por un candidato que mantendrá el poder aun arrancando desde una posición tan retrasada.

Rajoy no peca de pasividad, sino de desidia. Nunca ha entendido que Mas no quería la independencia, quería pedir la independencia. Se impuso una meta lo suficientemente lejana para que no existiera ningún riesgo de alcanzarla en un plazo prudencial. Planteó un conflicto asintótico, sin desenlace. Frente a esta astucia, el mayor éxito del presidente del Gobierno consiste en haber convertido a Mas al independentismo. Si puede fidelizar para la causa rupturista a alguien tan reticente como el president de la Generalitat, el líder del PP es capaz de obrar esta maligna mutación con miles de seres más desprevenidos. Procede alejarse de políticos tan contagiosos.

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