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Ramón Aguiló

Escrito sin red

Ramón Aguiló

Hacia una nueva etapa

El último sondeo de Metroscopia publicado por El País el pasado domingo dibuja un escenario para las elecciones del 20D en el que se presenta al vencedor en el espacio no nacionalista en las elecciones catalanas, Ciudadanos, como directo competidor de PP y PSOE para hacerse con el triunfo electoral. Recordemos los números: PSOE, un 23,5%; PP, 23,4%; C's, 21,5%; Podemos, 14,1%; IU, 5,6%. Esto en voto estimado, es decir, cuando los datos del voto directo (PP, 15%; C's, 13,7%; PSOE, 13,6%; Podemos, 8,3%; IU, 3,4%) han sido "cocinados". A esto se le debe añadir que el político mejor valorado es Albert Rivera y que un 69% de los consultados considera bueno para España que tras las elecciones no gobierne ni el PP ni el PSOE. Así lo dice el 60% de potenciales votantes socialistas y el 27% de los populares. Si la actual intención de voto se mantuviera el 20D estaríamos abocados o bien a un pacto PP-Ciudadanos o bien a otro PSOE-Ciudadanos; aunque parece ser que el pacto preferido por la ciudadanía sería el formado por PSOE y Podemos.

El PP va a sufrir un tremendo descalabro principalmente por dos motivos. El primero, porque obtuvo una mayoría abrumadora el 20 de noviembre de 2011 para hacer reformas del Estado en profundidad y no las ha abordado. Antes o simultáneamente a la exigencia de sacrificios a la población, en clara contradicción a sus promesas electorales (aumento brutal de impuestos, reforma laboral, recortes en sanidad, educación, investigación), debía haber reformado el Estado (Senado, diputaciones provinciales, universidad, autonomías, Tribunal de Cuentas, Poder Judicial, etc.). Las reformas que ha llevado a cabo, como la del sistema financiero, han sido todas aquellas que no entraban en contradicción con los intereses de la propia clase política, es decir, que no cuestionaban el papel de los partidos políticos como oficinas de colocación de sus afiliados, ya sea en la administración central, en las autonomía o los municipios, en las empresas o en organismos públicos de todo orden. De ahí la persistencia del déficit denunciado por la Comisión Europea.

El segundo motivo es la corrupción. Ya sea la trama Gürtel con Correa y cía. o la Púnica con Granados, o Valencia con Olivas, o Rato desde Bankia, o Balears con el gobierno de Matas, la corrupción ha sido la dama negra que ha rematado al PP. Por mucho que el dirigente provisional en Balears clame diciendo que la corrupción es cosa de personas y no del partido, es imposible seguir sosteniendo tan peregrina afirmación cuando el gerente del partido, Fernando Areal, cuñado de Matas, acaba de reconocer, siendo condenado a año y medio de prisión, que financió la campaña de Matas con dinero negro. Es inconcebible la corrupción de Luis Bárcenas sin la corrupción del PP. El cínico relato exculpatorio de Rajoy y demás dirigentes es absolutamente inverosímil. Si en la corrupción más o menos cutre en la Playa de Palma en la que se han visto envueltos miembros de la policía municipal de Palma, han participado algunos alcaldes o ex alcaldes del PP, disfrutando de la gratuidad de la prostitución, en Madrid, Maica Jiménez, se ha tenido que desmentir a sí misma supuestamente en estado etílico cuando fue grabada por Ana Garrido diciendo que entre los visitantes a horas nocturnas para cobrar dinero negro en sobres, en Serrano 40, sede de Special Events, de Francisco Correa, además de Jesús Merino, López Viejo, Luis Bárcenas y demás, figuraba Pío García Escudero, el presidente del Senado. Y que Correa pedía "chicas altas, rubias y que sean putas" para relacionarse con gente importante.

Ciudadanos obtiene sus votos de votantes del PP y del PSOE. Hasta ahora sus principales adversarios tratan de descalificarles ya sea atribuyéndoles el papel de marca blanca del PP (Podemos y nacionalistas), de centro-derecha (PSOE) o de centro-izquierda (PP). Lo que parece evidente es que aparecen como una opción centrista capaz de succionar votos tanto de la derecha, como se ha podido comprobar en las pasadas elecciones autonómicas y municipales, como de la izquierda, como se ha visto en los votos obtenidos en el cinturón rojo de Barcelona en las pasadas elecciones catalanas. Lo que es seguro es que junto al derrumbe de las expectativas de Podemos, se perfila el carácter determinante del partido de Rivera para formar el próximo gobierno. Una explicación plausible podría ser que este partido no ha configurado su imagen como una más, aunque situada entre PP y PSOE, dentro del sistema establecido, sino que ha conseguido presentarse como una opción que posibilita, desde dentro del sistema, el cambio no rupturista, es decir, sin riesgos excesivos, con sensatez, hacia una nueva etapa política. El PP y el PSOE, anclados en el clientelismo político han demostrado ya suficientemente su incapacidad ontológica para el cambio. Algunos podremos mirar con simpatía esta posibilidad, aunque nos parezcan insuficientes las potencialidades que puedan materializarse en torno a C's. Concretamente, la voluntad de modificar la ley electoral para transformarla en más proporcional, nos parece un error.

Si una de las principales explicaciones del mal funcionamiento del sistema político es un sistema electoral proporcional de listas cerradas y bloqueadas que confiere el poder a las cúpulas partidarias y se lo sustrae al ciudadano, el aumento de la proporcionalidad, aunque sea con listas abiertas, no hace sino mantener las causas del colapso de nuestra democracia. Para evitar barones y caciques regionales puede ser útil una dirección centralizada como la que tiene ahora C's, que nombra directamente a los candidatos, como en Balears en las autonómicas y municipales, donde impuso a Pericay. Puede ser útil para ganar unas elecciones. Pero a lo más que puede llegar es a desarrollar una forma benigna de despotismo ilustrado en un primer momento. A la larga, y por la propia dinámica de las organizaciones y de la burocracia (cuyas leyes de desarrollo deberían conocer los dirigentes de C's a poco que hubieran leído a Weber o a Schumpeter) estarían condenados a repetir el proceso de burocratización, clientelismo, privilegios de casta y corrupción que han desacreditado sin remedio al bipartidismo de PP y PSOE. Hay que repetirlo sin desfallecer: lo malo no es el bipartidismo, es la partitocracia. Y si C's persiste en su opción de sistema proporcional y listas, abiertas o cerradas, están condenados a repetir los mismos errores. También el PSOE representó la ilusión del cambio en 1982 para muchos centristas. También, aunque menos, lo fue para aquéllos el PP en 1996. Con esta propuesta electoral puede que se levanten algunas brisas de aire fresco, puede que entremos, efectivamente, en una nueva etapa política. Pero no será el cambio que necesita el país hacia una democracia más auténtica.

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