En la semana que hoy concluye se han sucedido una serie de acontecimientos que dejan en evidencia, de manera contundente, la delicada situación que atraviesa el PP de Balears y la imperiosa necesidad de su regeneración integral. No es una cuestión de mero interés o conveniencia partidista. El hecho de que una fuerza política de las condiciones del PP balear esté sumida en una profunda crisis repercute de forma directa sobre el entramado institucional del archipiélago y sobre el conjunto de la sociedad. Se hace imprescindible, por tanto, la búsqueda y consolidación de la estabilidad.

Fernando Areal fue gerente del PP en la época en que su cuñado, el ahora plurimputado Jaume Matas, lo era todo en el partido. Después de haberlo negado de forma reincidente, Arenal ha reconocido esta semana que pagó con dinero negro una parte sustancial de la campaña de las autonómicas de 2007. Ha sido necesario un pacto con el fiscal para que esta grave corrupción fuera confirmada en el preámbulo del juicio que se iba a celebrar por la causa abierta sobre ella.

Inmediatamente después, el secretario general, Andreu Ferrer, se apresuró a pedir perdón y reivindicar la confianza para su partido. Fue una comparecencia forzada por las circunstancias, en un momento muy tenso y que sólo adquirirá valor si va sucedida de explicaciones más claras sobre la procedencia, y en su caso devolución, del dinero opaco. También si se dan muestras expresas de la verdadera voluntad de cambiar las cosas y el modo de actuar.

Esta semana el PP ha protagonizado, por otro lado, el triste espectáculo del abandono del Parlament, por parte de sus diputados, ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo sobre la derogación de la ley de símbolos. Es una expresión más de la pérdida de brújula que padece. Un partido con sentido de la responsabilidad no puede alcanzar estos extremos que significan, ni más ni menos, el abandono de las funciones que le han encomendado sus electores.

Tampoco ayudan a arreglar las cosas las pugnas subterráneas abiertas para hacerse con el control del partido. Es el síntoma de la carencia de juego limpio. Quienes tienen mayor responsabilidad en la debacle electoral padecida siguen aferrándose al control del poder. El PP necesita llegar a su próximo congreso regional con la leal competencia de candidaturas abiertas o con el consenso cerrado sobre un nuevo liderazgo de integración.

Por si quedara alguna duda de que las cosas deben hacerse de forma radicalmente distinta, esta semana se ha conocido también la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que deja a José Ramón Bauzá como el político peor valorado de Balears y desaprueba la acción de su Govern. La situación se ha vuelto tan delicada que las mismas encuestas revelan que el PP halla por primera vez competencia seria dentro de su misma franja ideológica. Ciudadanos le está pisando el terreno de cara a las próximas elecciones generales de diciembre. Las próximas semanas se vuelven cruciales. El PP acentuará su crisis actual si no es capaz de tomar conciencia plena de la realidad que le afecta y suelta lastre a la par que estructura un liderazgo renovador solvente para integrar a las distintas sensibilidades de su militancia.