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Antonio Papell

La izquierda desunida

Definitivamente, la izquierda situada a babor del PSOE irá desunida a las elecciones generales del 20 de diciembre. Después de largas y laboriosas negociaciones, Alberto Garzón, candidato de Izquierda Unida a dichas elecciones por elección en primarias, y Pablo Iglesias, secretario general de Podemos y también cabeza de cartel de esta organización, no han conseguido acuerdo alguno. Iglesias ha rechazado integrarse en la plataforma de unidad popular que Izquierda Unida, Equo y personalidades procedentes de Podemos están organizando, e igualmente Garzón no ha aceptado la invitación de Podemos de integrarse en la lista encabezada por Iglesias.

La desunión tiene claramente su origen en una tesis equivocada del fundador y líder de Podemos. Iglesias, en efecto, tuvo el acierto de cristalizar las manifestaciones del 15M en un movimiento radical que consiguió un éxito singular en las elecciones europeas de 2014 1.250.000 votos y cinco diputados, conmocionó el panorama político español muy afectado por la mala gestión de la crisis y por la corrupción, puso en un serio compromiso el bipartidismo y pareció por un momento que tendría fuerza suficiente para imponerse en una aventura semejante a la que llevó a Syriza al gobierno del Estado griego. El programa originario de una formación que empezó siendo asamblearia y que fue elaborado mediante un proceso colectivo era muy radical, e incluía el no pago de la deuda externa, el establecimiento de un salario básico universal (para todos los ciudadanos por el hecho de serlo), la imposición de un salario máximo, la jubilación a los sesenta años, la prohibición de los despidos en empresas con beneficios, la desaparición de las ETT, una moratoria general de la deuda tributaria, etc. Tras las europeas, Podemos llegó a escalar en la encuesta del CIS hasta el segundo lugar en el ranking de intención de voto, por detrás del PP y por delante del PSOE.

Posteriormente, Iglesias y su número dos, Íñigo Errejón, llegaron a la conclusión de que la radicalidad programática les impediría ocupar el centro del espectro y por lo tanto conseguir la mayoría a que aspiraban. Y contra la opinión de otros sectores del partido Monedero dimitió de sus cargos y se apartó de la primera línea, moderaron extraordinariamente el mensaje, buscando la transversalidad. Pero la opinión pública ya había formado el estereotipo de Podemos, enclavado en la izquierda. Las sucesivas encuestas certificaron que Podemos estaba entre el 2 y el 3 en la escala ideológica del 0 al 10, incluso más a la izquierda que Izquierda Unida, también ubicada en ese peldaño. En otras palabras, Podemos e Izquierda Unida ocupan ya el mismo espacio político y se dirigen a la misma clientela.

Las elecciones catalanas han confirmado semejante tesis: como es conocido, la formación de Catalunya Si que es pot, coalición de Podemos con ICV, la formación equivalente a IU, logró apenas 11 escaños, dos menos que los que ICV había conseguido en solitario en 2012. Es evidente que el concurso de Podemos no ha aportado nada a la izquierda tradicional; incluso es posible que el añadido foráneo haya restado apoyos a la formación autóctona en una consulta en que jugaba un papel esencial el sentimiento de pertenencia.

Así las cosas, la negativa a la convergencia de todas las fuerzas que se reparten el concreto espacio de la izquierda no socialdemócrata es aparentemente suicida ya que producirá una inevitable fragmentación de un espacio limitado y seguramente al límite de sus posibilidades. En cualquier caso, como ha dicho Garzón, esto favorece objetivamente al bipartidismo, que todavía disfruta de las ventajas que le proporciona la ley de d'Hondt. Algunos lo celebramos sinceramente.

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