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¿Cambio o intercambio?

Afirmaba Bertolt Brecht que, cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de decir la verdad. Puede que haya llegado ese momento a punto de cumplirse cien días del nuevo Govern en Balears. Un ejecutivo que podríamos considerar en minoría a efectos prácticos, ya que en algunos asuntos Podemos actúa más como oposición parlamentaria que como formación que le ofrece apoyo externo. Al menos será así hasta las campanadas de este 2015. Porque una sospecha que serán el resultado de las elecciones generales y las posibles alianzas que se deriven de ellos los que condicionarán de forma definitiva el futuro político en las islas. Y es que puestos a imaginar se intuye muy poco probable que la formación de los círculos continúe sustentando a los socialistas si éstos pactan con Ciudadanos en Madrid, por ejemplo. Pero eso lo veremos el año que viene.

En cualquier caso, en estos primeros meses de legislatura se puede intuir ya cuál será el papel de cada una de las formaciones en el Parlament. Hay que agradecer que se hayan eliminado las preguntas de los diputados que pertenecen a los partidos del Govern. Ni PSOE ni Més interrogan a los consellers. De esta forma, nos ahorramos cuestiones que de control al ejecutivo tienen poco. Por ejemplo: "¿Qué actos preparó el Govern para celebrar el Día de les Illes Balears el pasado 1 de marzo?" fue la pregunta de un diputado popular al ex vicepresidente la pasada legislatura. Interés, ninguno. Para nadie, salvo para el propio Govern, que se ahorraba de esta forma todas las interpelaciones incómodas que podía. Así que ahora se saca mucha más información sobre ejecutivo y oposición en cada uno de los plenos. Lo cual permite establecer ya a estas alturas las primeras comparaciones ya se sabe, son odiosas.

Les propongo un pequeño cuestionario. Adivinen quién es el autor de la siguiente frase pronunciada en un debate parlamentario: "Este Govern ha tenido que priorizar porque el anterior le ha dejado unas arcas públicas desoladas. Hemos tenido que tomar decisiones que no nos gustan". ¿Se lo imaginan? Un momento, ahí va la segunda, esta vez desde la oposición: "Convendría que gobernase sin sectarismos, sin echar la culpa a los otros. Pare este conflicto, porque pronto se convertirá en una pesadilla para muchos. Usted gobierna desde la imposición y la soberbia". ¿Lo saben? Miren que las preguntas tienen trampa. El primer razonamiento es de la actual presidenta Francina Armengol cuando se le preguntaba por la eliminación del complemento de carrera profesional para los funcionarios de la administración autonómica. No le gusta esto de tener que recortar, pero claro, es que no hay dinero. Un argumento coincidente al cien por cien con el que utilizó el ex presidente José Ramón Bauzá cuando decidió subir los impuestos, incumpliendo también su propio programa electoral. Tampoco le gustaba tener que exprimir el bolsillo de los ciudadanos, pero es que las arcas estaban vacías. ¿Y qué hay del la segunda intervención? Pues lleva la firma de la ahora líder de la oposición, Margalida Prohens, al recriminar a la presidenta su enfrentamiento con los sindicatos por la carrera profesional, sobre todo en el sector de la sanidad. Y la verdad es que, si una cierra los ojos y cambia la palabra "sectarismo" por "manía ideológica", le parece estar oyendo a la ahora investida presidenta hace no tantos meses echando en cara a Bauzá el conflicto educativo.

Han bastado tres meses y eso que la mitad del tiempo no ha habido sesiones por el descanso veraniego para que socialistas y populares hayan intercambiado sus reproches mutuos al trocarse también sus papeles como gobierno y oposición. Lo cierto es que seguimos oyendo la misma cancioncilla, con lo que una termina por preguntarse qué hemos ganado o perdido con el canje. Seguramente Brecht consideraría que en este punto la calidad de la pamplina de todos los martes ya se merece que alguien les saque todas las vergüenzas. Tal vez si se sintieran fiscalizados más de cerca por los ciudadanos se verían obligados a rebajar la desfachatez con que intercambian sus papeles en un trimestre sin que aquí haya pasado nada. La excepción, por ahora, son los nuevos en esto de la política. O los viejos que han renovado sus siglas. Sea porque no tienen nada que perder o porque su mochila es, de momento, liviana, son los únicos que parece pueden defender el sentido común. Es suficiente con salirse del guión de culpar al anterior gobierno de todo y empezar a responsabilizarse por las decisiones propias.

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