Pedro Sánchez acaba de ofrecer a Enric Juliana, de La Vanguardia, una entrevista espléndida que, además de realzar la profesionalidad del periodista, da cuenta de la rápida maduración del joven líder del centro izquierda español, que lleva poco más de un año en el cargo. Los sumarios de la pieza son suficientemente expresivos, y destaca el que formula un diagnóstico certero de situación: "No ha ganado el independentismo, ha ganado la exigencia catalana de reformas". Y ésta es la realidad, que describe a la perfección la irritación de un pueblo que se siente postergado, y que, aun sin decidirse a romper la baraja, ha empezado a pensar que sólo exhibiendo la amenaza secesionista podrá hacerse escuchar, reclamar para sí la atención que merece, lograr la atención y el respeto que deben brindarle las instituciones comunes.
Sánchez, en definitiva, dice que Cataluña se merece que el Estado valore sus opiniones y reclamaciones, que no reclaman privilegios sino racionalidad y un trato afable, mucho más cortés y cordial que lo que ha sido hasta ahora. Frente al absentismo del Madrid conservador, el líder socialista ofrece dedicación, diálogo, debate, acuerdos razonables bien negociados sobre la base de los grandes valores democráticos que a todos nos impregnan y nos aproximan.
