Podemos irrumpió en la política española tras las movilizaciones del 15M como un partido de izquierda radical, con ingredientes antisistema y modos de organización asamblearios. Ocupó el espacio a babor que la inoperante Izquierda Unida había dejado materialmente vacío? Pero la dirección de la fuerza emergente se dio cuenta enseguida de que si se resignaba a permanecer en ese espacio, tendría que conformarse con la clientela declinante de IU, por lo que intentó abrir el abanico ideológico y aspiró a alcanzar cierta transversalidad.
Pero era ya tarde: la sociedad ya se había formado el estereotipo de Podemos, que estaba a la izquierda, alejado del centro. Lo acreditan las encuestas del CIS, que ubican al partido de Pablo Iglesias entre el 2 y el 3 y la escala del 0 al 10. Lo sugirieron los resultados conseguidos en las pasadas elecciones autonómicas, y se ha confirmado en Cataluña donde la coalición de Podemos con ICV ha obtenido menos escaños y menos votos que ICV en 2012.
Iglesias se esfuerza por marcar diferencias, e insiste en que no se aliará con IU, en que no renunciará a sus propias siglas para diferenciarse de esta formación? Pero ya no hay tiempo de rectificar. La clientela de Podemos es la de Izquierda Unida, y vayan juntos o separados ambos partidos, el electorado seguirá siendo el que es.