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Antonio Tarabini

¡Y ahora toca a las generales!

No se inquieten, lean bien el título. No me refiero a los máximos mandatarios de nuestros ejércitos, los generales, ni pretendo aludir a la estupidez y a la provocación de nuestro excelso ministro de Defensa recordándonos que nuestras fuerzas armadas, se supone que como defensoras de la unidad del suelo patrio, no van a intervenir en Catalunya, porque se supone que no se va a incumplir la legalidad vigente. Mi objetivo es "opinar" sobre las generales, las elecciones generales, que ya están vivas y coleando a pesar de no estar todavía convocadas, y que según parece van a tener lugar pocas fechas antes de las navideñas, que para los ganadores sean fiesta y para los perdedores un velatorio.

No pretendo echar mas leña al fuego del hartazgo de los ciudadanos, pero sí reflexionar acerca del porqué de tal empacho y saciedad. Es comprensible el fastidio de la apertura de un nuevo proceso electoral cuando las mayorías (nuevas o viejas) surgidas de las elecciones autonómicas y locales todavía están aterrizando (no se han cumplido sus primeros cien días de gracia). Sin olvidar el choque de trenes en Catalunya, por la cerrazón de Rajoy y Mas, que puede producirse a partir del día siguiente del 27-S sean cuales sean los resultados electorales. El hartazgo ciudadano no se fundamenta tanto en la multiplicidad de elecciones, que son de naturaleza distinta, sino especialmente en la manera y los modos como se nos presentan las distintas ofertas políticas (viejas y nuevas). Faltan más de tres meses para la celebración de las elecciones generales y ya estamos (sufrimos) en plena campaña preelectoral, diseñada por los expertos en marketing. Sus objetivos son claros, además de lógicos. Para unos, especialmente los partidos clásicos (PP, PSOE, IU?), recuperar el voto perdido que ha emigrado hacia otros partidos o se ha instalado en la abstención. Para otros, especialmente los partidos novedosos (Podemos, Ciudadanos, así como distintas coaliciones formadas en las últimas elecciones que alcanzaron en algunos casos éxitos significativos) el objetivo es mantener y proyectar a tales votantes en las elecciones generales. Y, naturalmente, es objetivo común a todos captar el relevante índice de voto indeciso, cuyo comportamiento final suele ser decisivo.

Pero, y ahí radica la madre del cordero, ¿cómo se concreta la campaña para obtener sus objetivos? Sin pretender meter a todos en el mismo saco, la realidad es que unos más y otros menos se fundamentan en tres ejes básicos: lanzar discursos que nada tiene que ver con las inquietudes reales de los ciudadanos, desacreditar al adversario y la manipulación de los sentimientos de los ciudadanos. Y si gozas del poder, en nuestro caso el PP, ofrecer regalitos, aunque en muchos casos sean meramente virtuales.

Más allá de objetivos genéricos que poco o nada comprometen, no suelen haber propuestas referidas a situaciones que afectan a los ciudadanos. Mucho de macroeconomía y poco de microeconomía. Mientras las previsiones de crecimiento, con un cierto freno, siguen siendo optimistas, las desigualdades aumentan y la brecha salarial se hace más grande: los sueldos de los directivos subieron un 10% y los de los empleados cayeron un 0,6%. Los ejecutivos mejor pagados del Ibex ganaron de media 104 veces más que sus plantillas. El número de multimillonarios (más de seis millones de euros) se ha duplicado en España, mientras los menos ricos (clases medias con menos de 36.000 euros de patrimonio) han disminuido un 92%. La OCU señala que la situación económica de las familias ha empeorado "notablemente" si se compara con los datos de hace cinco años, cuando el 13% de los hogares reconocía problemas para llegar a fin de mes (ahora es el 46%).El desempleo y las reducciones salariales son las dos causas más evidentes de esta situación, sin olvidar el 27% de españolitos y españolitas en riesgo grave de exclusión social y económica.

Reproduzco un comentario de un prestigioso analista político: "Los políticos podrían hacer algo parecido a hablar de los problemas reales e interesarse por lo que de verdad ocupa y preocupa a los ciudadanos". Pero en su lugar aplican el va de retro Satanás al adversario (su victoria significaría el caos, e incluso podría estar en juego la democracia), juegan con los sentimientos y buscan adhesiones ciegas. El objetivo es claro: reactivar su voto en base al miedo. Y, a pesar de que las demonicen, siguen y encargan sondeos electorales (con "cocina" incluida) para conocer como derivan sus bondades tácticas en la caza del voto. Si no les resultan positivas acuden a aquel tópico: "la única encuesta real es el resultado de las urnas".

Un último comentario de Roger Senserrich, un politólogo conocido y reconocido: "La democracia tiene muchas virtudes, pero no es un sistema político que se distinga por ser demasiado exquisito en época electoral. Las campañas seguirán teniendo más ruido que señal, políticos cautos que no quieren explicarse, críticas y discursos banales". ¿Tendrán éxito tales tácticas electorales?

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