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Jose Jaume

Los independentistas ya han ganado

El desliz (seamos benévolos) de Pedro Morenés, ministro de Defensa manifiestamente prescindible, al afirmar que las Fuerzas Armadas no tendrán que intervenir en Cataluña si todos cumplen la legalidad, ilustra nítidamente lo que acontece: los independentistas han ganado por adelantado. Sea cual fuere el resultado de las elecciones, quienes auspician la "desconexión" han impuesto tanto el discurso como la táctica. El día 27 se sabrá qué altura alcanza la inundación soberanista, que la habrá; pero al iniciarse la campaña electoral lo que no da pie para especular es que en Cataluña alguien tan vulnerable como Artur Mas, un político que de haberse topado con una respuesta mínimamente inteligente habría quedado a la interperie, está a punto de poner patas arriba el mapa político catalán y español. Contemplar los inútiles aspavientos del presidente del Gobierno, invocando una y otra vez el respeto a la legalidad como exclusivo discurso, el desnortamiento de los dirigentes socialistas, incapaces de frenar el desfondamiento de su partido en el Principado, evidencia que el presidente de la Generalitat ha obtenido buena parte del botín que afanosamente ha perseguido. Eso es lo que hay a dos semanas de las elecciones que iniciarán la drástica mudanza del sistema político español.

Mariano Rajoy ha echado mano desesperadamente de los líderes políticos europeos para dar cobertura al denominado "discurso del miedo" con el que pretende inutilizar el avance soberanista. Puede que el tiro le salga por la culata: desde Estados Unidos llegan mensajes que en Moncloa deben de haber causado desolación. El presidente del subcomité para Asuntos Europeos de la Cámara de Representantes (en USA los líderes parlamentarios son influyentes, no como en España, donde pintan poco o nada, avasallados por los dirigentes de sus partidos) ha hecho unas declaraciones, naturalmente recogidas por la televisión pública catalana, un prodigio de entusiasmo soberanista, asegurando que los ciudadanos de Cataluña tienen derecho a escoger libremente su futuro y que el resultado electoral no podrá ser ignorado. Exactamente lo contrario de lo que desde el PP se sostiene, cuando se invoca la legalidad a beneficio de inventario para negar la viabilidad del proceso secesionista. Reiterar que el PP de Mariano Rajoy recoge lo que sembró cuando desencadenó una lamentable campaña de acoso y derribo contra el Estatuto catalán es perder el tiempo. Entonces se pusieron los cimientos para que un atribulado Artur Mas, cuyo Gobierno es el gran responsable, junto al de Rajoy, de los masivos recortes sociales que han padecido los catalanes, haya podido sobrevivir al marasmo que ayudó a crear y esté en condiciones de jugar la partida con las reglas que le convienen. Por mucho que intenten cambiar las prioridades, el debate es el que es: secesión sí o no. De lo hecho por Convergència Democrática durante tantos años nada de nada. No cuaja ni tan siquiera el argumento de la corrupción, también lamentablemente manipulado desde Madrid. Todo se vuelve en contra de los unionistas. Basta echarle un vistazo a las encuestas para constatar que las candidaturas independentistas obtendrán un resultado excelente, además de configurar el Parlamento más izquierdista de cuantos ha habido en el Principado. Esta es otra: la candidatura de Junts pel Sí está llena de gentes procedentes de la izquierda, empezando por quien la lidera. Si se suma, cuando los diputados tomen asiento en sus escaños, a la nucleada por Podemos, la de Catalunya Sí que es Pot, y los de la CUP nos las vamos a ver con una cámara drásticamente decantada hacia la izquierda. No es tan descabellado pensar que todos ellos, incluidos los de ERC, impongan unas iniciativas que resultarán indigeribles para la derecha. Entonces, ¿qué harán los convergentes de Mas? Está por ver, pero conviene no perder de vista el asunto. Quedan los diputados que obtenga el PSC, a los que probablemente la fuerza de las cosas les empujará en la misma dirección.

Ciudadanos va a surgir como la alternativa unionista. Tal vez convertida en segunda fuerza parlamentaria. La refriega con Catalunya Sí que es Pot será dura estas dos semanas. Otro contratiempo de envergadura para el PP: a dos meses de las elecciones generales va a ser desplazado de la primera plaza de la derecha unionista por el partido de Albert Rivera. García Albiol está exhibiendo con celeridad sus notables carencias y su no menos notoria ubicación en una derecha dura, casi extrema, que no encuentra espacio en una ciudadanía que jamás ha considerado al PP un partido propio. Siempre ha sido una formación residual, que, con Albiol, además se ha adentrado en unos territorios similares a los de la derecha xenófoba húngara. El PP va a pagar muy caro tanto su discurso de los últimos años como el haberse encomendado al exalcalde de Badalona por la obligada espantada de Sánchez Camacho.

Cuantos más aspavientos se hagan desde Madrid en las dos semanas de campaña más votos irán a parar a la cuenta de los independentistas. Cuesta trabajo entender el desprecio con que la derecha española, acompañada de no pocos socialistas, ha tratado y despachado el contencioso catalán. No ha aprendido nada de la turbulenta historia española de los dos últimos siglos. Parece que carece de la capacidad y de la empatía imprescindible para comprender que las emociones son tanto o más importantes que los asuntos tangibles. Condenar a Artur Mas al fuego eterno, destapar las múltiples corrupciones de Convergència (en todo similares a las del PP), aventar el miedo, despreciar determinadas pulsiones de los ciudadanos catalanes nos ha llevado al lugar en el que nos hallamos. Tal vez haya que preguntarse por qué sucede que cada vez que en España gobierna la derecha el independentismo catalán crece, mientras que cuando lo ha hecho el PSOE queda parcialmente embridado.

Ahora, como lúcidamente dice alguien tan unionista como el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras, ya no hay nada que hacer. Pobre España, siempre a punto de quedar hecha unos zorros.

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