Sufrimos varias crisis críticas simultáneas, no nos autoengañemos, no hay una sola crisis y es muy parcial titularla solo como humanitaria. Poner énfasis en la crisis humanitaria, es fijarse en la punta del iceberg y no darse cuenta de la parte sumergida que acumula muchas más crisis. No hay vocablo para denominar tantas crisis. Que las palabras confunden más que aclaran, no deja lugar a dudas.

Pero es clave tomar conciencia de las crisis internas que tenemos algunos países y ciudadanos en Europa. No cabe externalizar la crisis ni jugar con las palabras. La crisis deshumanizadora y deshumanitaria la tenemos nosotros, no los que huyen y nos piden apoyo. Le llaman crisis humanitaria cuando deberían llamarle crisis de valores culturales y espirituales: justicia, solidaridad, respeto y caridad. Es el fracaso y la fatiga de la compasión.

Que el holding social europeo es manifiestamente mejorable creo que es un pensamiento común muy acertado. Estamos asistiendo a un megaexilio, provocado por la barbarie de otros seres humanos. Llegan con grandes expectativas, después de haber escapado a la muerte, al primitivismo y a la sinrazón de seres humanos que se comportan como monos asesinos depredadores y los que llegan, se encuentran con la deshumanización, la violencia y el rechazo de otros monos europeos asesinos. Anhelan un contexto justo y digno y se topan con gases lacrimógenos y alambradas.

Aceptemos la evidencia: nuestro genoma contiene ADN de monos asesinos. No existen los inmigrantes existen personas, familias, niños y ancianos que nos muestran toda la vulnerabilidad, la indefensión, la confusión, la fragilidad y el dolor que los humanos sentimos en ciertos contextos de gran precariedad y crisis que nos atrapan y nos desbordan. Al trauma del exilio obligado se añade la revictimización ejercida por el trato indigno y despiadado de una sociedad que presume de referente cultural y de cuna de los valores.

Parece ser que la evolución cultural no ha resuelto el primitivismo, la regresión y la infantilización que todavía tenemos. La respuesta europea es asimétrica y parcial. La generosidad y la acogida de algunos países alternan con el embrutecimiento y anestesia de otros, algunos de ellos con sobrada opulencia material. Coexiste la generosidad y la solidaridad junto a la xenofobia, el miedo a las diferencias y la rígida afirmación de lo propio con una desvalorización de lo ajeno.

Ahora es una buena oportunidad para lograr la aspiración de un contexto social donde quepamos todos los seres humanos como iguales sin excepción de condición, raza o situación. ¿Quién genera la crisis humanitaria? Desde luego no la convergencia cósmica. ¿Y qué crisis es más dolorosa y mas injusta, la que les obliga a marcharse de sus hogares o los conflictos con los que se encuentran cuando llegan a la tierra prometida y son maltratados y rechazados?

Nuestra respuesta al gran problema de la inmigración nos está retratando, como ciudadanos y como países de la UE. Menos "viajes a Ítaca", menos turismo compulsivo y mas compasión. Y hemos tenido una gran suerte, ya que nuestra peregrinación vital nunca ha sido como inmigrantes obligada al exilio por la guerra, el miedo, la violencia, el hambre de nuestros hijos, por enfermedades, atrocidades o razones de creencias.

Muchas veces solo viajamos por placer, es decir como turistas y desde esta postura es difícil identificarse con las personas que emigran ya que este estatus viajero tiene que ver muy poco con el estatus del desarraigado inmigrante. Nadie elige el sitio donde nace. No es ningún mérito individual. Como dice el gruponalista vasco Ayerra, "las personas que han gozado de circunstancias favorables suelen tener la tendencia atribuirse a sí mismos el mérito, que de ninguna manera les pertenece, y precisamente por ello, al no serles propios, los tratan de conservar a cualquier precio, impidiéndoles la solidaridad con los otros seres humanos más desfavorecidos, a los que, sabiéndoles iguales, mantienen a distancia, en un intento de negar y controlar su íntima precariedad".

Por suerte no hay engaño y estupidez individual o colectiva que pueda sortear el tiempo, este y no otro es el juez implacable de todo desarrollo. Hay una Europa opulenta, sin capacidad empática, que no puede seguir negando la función de responsabilidad que tiene con las personas que llaman a su puerta, que piden asilo para seguir viviendo. La vida es el único regalo que tenemos, después toda adquisición nos la tenemos que ganar. Como dijo el gran Borges "el tiempo es la sustancia de la que estoy hecho" o bien como dice Caballero Bonald "somos lo que nos queda de vida". Esa es la motivación de las familias que dejan sus hogares y sus culturas y que solicitan nuestro respeto, solidaridad y nuestro acompañamiento.

Europa tiene que renunciar a la cultura del sometimiento. Hay una Europa psicopatona e incivilizada a la que sobra hipocresía. Alemania y los países del sur están dando una gran lección de ejemplaridad a otras naciones hartas y opulentas. Hay naciones que no han dicho ni mu en esta crisis y por cierto una de ellas guarda celosamente el expolio sufrido por muchos países a manos de sátrapas y dictadores que han sumido a en la pobreza y en la miseria a muchas personas que llegan a Europa.

Necesitamos arrebatos de lucidez social. Esta crisis es una buena ocasión de cohesionarnos y de autonutrirnos de tolerancia. La UE tiene una gran responsabilidad. Nadie se puede integrar desde el miedo o la violencia del sometimiento. El objetivo es aumentar nuestra armonía en las singularidades propias, es adquirir grandes dosis de koinonia, vocablo griego que significa amistad y solidaridad. Compartamos. Dejemos de consumir compulsivamente y comportémonos como estados nodriza para los que llegan. Valoremos sus aportaciones y la riqueza de la heterogeneidad en futuros proyectos. Construyamos un espacio en el que no se excluya a nadie, donde sea posible una existencia digna.

No cabe la equidistancia. Esta crisis es de todos y nos atañe a todos. Todos somos culpables y todos somos responsables. La respuesta tiene que ser total y global. Hay que actuar sobre los factores predisponentes y sobre los precipitantes pero sin rechazar a los que solicitan nuestra tolerancia y ayuda inmediata. Algunos hacen más de lo que pueden mientras otros se ceban en la abundancia, en la glotonería y miran para otro lado.

Nadie abandona su hogar si lleva una vida confortable y digna. No basta con indignarse. Hay muchas formas de colaborar. "Nada de lo que es humano nos es ajeno", este el más alto grado de humanización que podemos alcanzar. Y recuerden aún, aquí y ahora, que estamos en derrota pero nunca en doma.

* Psiquiatra en Son Espases y coordinador del Centro de atención integral de la depresión