"Acualquiera que te hiera en la mejilla derecha, ofrécele también la izquierda". Así relata en su evangelio Mateo (5.39) lo que dijo Jesús de Nazareth, en el sermón de la montaña; de hecho la completa manifestación del Nazareno continua algo más allá y añade "y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla ve con el dos". Ya ven, el hijo del carpintero no nos lo pone al común de los mortales fácil con sus palabras; pero a algunos esas palabras, esas ideas, esos razonamientos debieran calarles algo más, y deberían guiar sus actos más en consonancia con esa idea-fuerza evangélica; como dice el actual jefe de los del obispado, el Papa Francisco "La lectura diaria del Evangelio nos ayuda a superar nuestro egoísmo y a seguir con decisión a Jesús el maestro". Y ustedes se preguntarán: ¿a qué viene tanta palabrería evangélica?, pues viene a cuento de aquel otro razonamiento tan popular que indica que una cosa es predicar y otra dar trigo, frase que también se las trae.

La cuestión es que, al parecer, el obispado de Mallorca, en el que ese día no debió haber lectura evangélica, que digo yo que alguna relación y dependencia tendrá con lo que pregonaba el predicador citado por Mateo en su Evangelio, se ha pasado de frenada en su agiornamento y ahora, olvidando que debiera estar más sujeto a la Justicia divina que a la humana, se ha personado como acusación particular contra algunas personas, requiriendo a la terrena administración de justicia que aquellos por el obispo acusados vayan a dar con sus huesos en la cárcel (por lo menos hemos avanzado algo, hace unos pocos cientos de años la Iglesia católica hacía lo mismo pero sin intermediarios, en plan free lance); siendo así que los sujetos de tal acusación eclesiástica no se les ocurrió otra cosa que montar, el día de autos, una manifestación proabortista dentro de una Iglesia y cuando se celebraba la misa.

Vaya por delante, y lo digo desde la postura del no creyente, que la acción de dichos ciudadanos me parece absurda, fuera de lugar, irrespetuosa, condenable y por demás ofensiva para los que asistían en aquella Iglesia, a aquella ceremonia y también para los que profesan, que profesamos, la religión del sentido común; personalmente estoy en desacuerdo con algunos comportamientos eclesiásticos, pero jamás se me ocurriría el ir con un bombo o una pancarta a un centro religioso a manifestarme en tal sentido, porque cuando se pierden las formas se pierde la razón o quizá por mi recalcitrante convicción de que mi libertad debe respetar la ajena, porque si no, deja de serlo y se convierte en avasallante prepotencia.

Se podrá decir que las personas que conforman el obispado por sí mismas como ciudadanos y como organización tiene pleno derecho a hacer uso de las prorrogativas legales como cualquier otro ciudadano, aún cuando habría que añadir que, como cualquier otro ciudadano, tiene también obligaciones, por ejemplo las impositivas, como es la de pagar anual y religiosamente el impuesto de bienes inmuebles, pero este es otro debate.

En fin, que tal parece que en el obispado de Mallorca, dan por hecho que la justicia divina no parece ser de mucho fiar y que aquello de arder en el fuego eterno del infierno es terminología algo demodé y prefieren ser algo más seculares en estos asuntos y llevarlos por la jurisdicción ordinaria, mucho menos milagrera pero algo más cercana y de tránsito más predecible. Pero así haciendo dejan en mal lugar las enseñanzas del iniciador del cristianismo, quedando estas como frases sin ningún valor práctico; con esta decisión los que la han tomado convierten irremediablemente al obispado en un ente que debe tener de los ciudadanos el mismo respeto que cualquier otro organismo, el mismo pero no más que esos otros y dado que se ha puesto a la altura de los demás, como los demás debe ser considerado, y habrá, entonces, que exigirle exactamente lo mismo que a los demás organismos privados y públicos, rectitud, honradez y respeto por la ley de los hombres, actuaciones que pasan, por ejemplo, por el evitar encubrir a delincuentes, presuntos o no, y por coherencia, acudir también como acusación particular en los casos en que algunos, insultando el hábito que llevan, abusen de algún menor; recuerden los ahora tan repentinamente acusadores aquella otra frase del maestro: "El que escandalizara a un niño, mejor sería que le colgaran al cuello una piedra de molino y que se ahogara en lo profundo del mar". Ya ven ustedes, el evangelio para algunos, que en él se escudan, es más crítica que ayuda. Pues eso.

En esencia, es de general conocimiento que un error jamás debiera enmendarse con otro; los que hicieron acto de irrespetuosa irrupción donde no debían, erraron grandemente, los que reaccionan olvidando el libro de instrucciones de su menester, redactado hace dos milenios, no yerran en menor medida. Cómo van a atreverse ahora algunos en el obispado de Mallorca a pronunciar aquello de "perdona Señor nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestro deudores" sin que se les suban los colores al rostro; por favor no me malentiendan, los asistentes a aquella misa tienen todo el derecho de sentirse ofendidos y atacados en su religión y en sus creencias, pero sus pastores tienen la obligación de dar ejemplo; ser, no solo decirse, sino ser cristianos, por que como se dice en el Evangelio "por sus hechos les conoceréis", y por tanto actuar como tales cristianos; en palabras del italo-argentino Bergoglio "el amor de Cristo que llena nuestros corazones, nos hace capaces de perdonar siempre".

La fe que predican los ahora acusadores no debiera defenderse desde las bancadas de un juzgado, porque entonces no tendría más valor que una letra de cambio o un reloj sustraído; así que yo les rogaría a los señores del obispado, ahora arrastrados por un prurito de acusatoria legalidad secular, que, siguiendo las enseñanzas de sus maestros de antes y de ahora, sean y actúen como lo que dicen que son y perdonen.

* Abogado