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Jose Jaume

La quiebra del bipartidismo balear

Desde las elecciones del 15 de junio de 1977, las que inopinadamente, en contra de la primera voluntad de la corona, devinieron en constituyentes, jamás se ha quebrado la fórmula bipartidista en Mallorca y, por extensión, en las islas. En aquellas elecciones, UCD, la derecha entonces hegemónica, y el PSOE obtuvieron cuatro y dos diputados. Fue el inicio de una secuencia que se ha mentenido incólume hasta 2011. A partir de 1982, UCD fue sustituida por AP, hoy PP, pero sin que se alterase el mapa político balear: la derecha siempre o casi siempre por delante del PSOE sin dar cabida a ninguna otra fuerza política. En el Congreso nunca ha habido diputados de las Islas al margen de los enviados por UCD-AP-PP y PSOE. Eso es lo que puede cambiar drásticamente tras las elecciones generales de noviembre o diciembre. Los cambios que se anuncian tienen las trazas de quebrar lo que por casi cuatro décadas ha sido inamovible: acabar con la exclusividad de populares y socialistas en las Cortes Generales. Que el Parlament haya enviado al Senado a gente como Manolo Cámara o Pere Sampol no ha sido más que una anécdota derivada de los siempre complicados pactos poselectorales a los que se ha visto y se ve abocada la izquierda regional cuando tiene la posibilidad de gobernar.

Esta vez las cosas son diferentes: ahora sí que es factible cuartear de verdad el bipartidismo balear, romperle contundentemente el espinazo. Los cambios que van a operarse en el conjunto de España, los que se han materializado en las grandes ciudades y en no pocas comunidades autónomas, inevitablemente repercutirán en Mallorca. La nueva composición del Parlament lo anticipa: nunca fueron tan escasas en efectivos la bancadas popular y la socialista; nunca adquirieron tanto empuje los nacionalistas y, por supuesto, jamás fue posible que un partido recién llegado se convierta en tercera fuerza política. Es el caso de Podemos, el inevitable eje sobre el que ha de girar la consecución de la ruptura del bipartidismo. Sin él no será factible que al Congreso lleguen diputados no subyugados por las avasalladoras maquinarias de PP y PSOE. Si Més lo entiende, si acepta integrarse en una coalición preelectoral (¿Podemos-Més?), hacerse con dos diputados es más que factible, incluso superar la cosecha que obtenga el PSOE, que sigue a la baja, por mucho que los aterrados poderes fácticos madrileños intenten lo imposible para invertir la tendencia al tiempo que disimulan lo que está acaeciendo en los meses finales de la más lamentable legislatura habida en España.

En 2011 el PP balear remitió al Congreso cinco diputados correspondiéndole tres al PSOE. Ahora los populares se tientan la ropa, temen perder dos escaños. En el PSOE no vislumbran un panorama más prometedor; confían en que el descenso del PP les permita conservar sus tres diputados perdiendo votos. Es posible que no sea otra cosa que una vana esperanza. La coalición Podemos-Més, de formalizarse, está en condiciones de saltar por encima de la barrera de los dos diputados, emperajarse con el PP arrebatándole a los socialistas la segunda plaza. Un colosal terremoto electoral que posibilitaría a los nacionalistas de izquierda llegar al Congreso, su irrealizado sueño de toda la vida. Para Podemos, que una circunscripción como la de Balears les haga obtener dos parlamentarios es la certeza de que entrarán en tromba en el Congreso de los Diputados.

No descartemos que la oportunidad de acabar con la exclusividad que ostentan PP y PSOE se frustre. En Més parece anidar una indeterminada oposición al pacto con Podemos. La animadversión al acuerdo hay que buscarla en el campo "clerical" desde siempre enquistado en el PSM. Son viejos dirigentes que nunca han ocultado su alergia izquierdista, su proclividad a buscar pactos tanto con la derecha regionalista, nucleada en torno al Pí, para desespero del PP, como con los populares que retóricamente reivindican lo nostro. Harán lo que esté a su alcance para abortar la coalición. No parece que dispongan de la fuerza que se requiere para impedir una operación de tan largo alcance como ésta. Además, Més, fuera del pacto con Podemos, tiene muy difícil obtener la ansiada acta de diputado. Lo saben sus líderes. Hay que estar atentos al desenlace: los cambios en el pétreo mapa político balear, si los hay, serán de envergadura.

Tres acotaciones al margen. Primera: al vicesecretario de Comunicación del PP se le puede hacer decir cualquier cosa. Parloteará, si se le ordena, que la Tierra es plana. Pablo Casado no se inmutará. Repite el guión sin entrar en consideraciones éticas o estéticas. Acaba de manifestar en la Ser que García Albiol es un político innovador. Su desparpajo corre parejo a su inmenso cinismo

Segunda: el exconseller Biel Company declara que si de él hubiera dependido jamás habría aprobado el TIL y la Ley de Símbolos. Company fue un destacado miembro del Govern de José Ramón Bauzá. En el desempeño del cargo nunca se le oyó la mínima crítica hacia ambas normas. Si quiere presidir el PP balear no parece que abjurar de lo que defendió el Govern en el que se integró con entusiasmo sea lo oportuno. Se le puede aplicar el viejo y socorrido refrán de "a buenas horas mangas verdes".

Tercera: la Conselleria de Educación del Govern, dirigida por el socialista Martí March, no descarta conceder el concierto a los centros docentes en los que opera el Opus Dei. Son los que segregan a los alumnos por sexos. En la conselleria aducen el respeto a determinadas sentencias judiciales. De qué se sorprenden en el PSOE ante el descenso de sus expectativas electorales. Determinadas componendas son indigeribles para quienes, tragando carros y carretas, no han dejado de votarles hasta ayer mismo. Está garantizado que por mucho concierto que concedan los votos no les vendrán de quienes deciden que sus hijos han de asistir a centros docentes que separan a niñas y niños. Como en la España de la dictadura franquista. Es difícil creerse que el Govern no disponga de resortes para impedir un estado de cosas inaceptable para muchos. Poseen un espejo en el que mirarse: el de los liceos franceses. Aquí seguimos dándole vueltas a lo de siempre: vara alta a los obispos para que impongan la asignatura de religión católica como les venga en gana; conciertos a mayor beneficio de los centros del Opus Dei. Igual que con el PP.

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