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Llorenç Riera

Palabras precipitadas y acuerdos cerrados

Resulta sorprendente que un hombre con la experiencia y el talante de Miquel Ensenyat haya tomado las riendas del Consell de Mallorca sin aplicar la prevención de quien sabe que pocas veces resulta factible homologar deseo con posibilidad. O, simplemente, de que los acuerdos están y se firman para ser cumplidos. Incluso los heredados y los irreconocibles. A Més, la coalición la coalción en la que se integra Ensenyat, no le gusta que se importen basuras del extranjero para incinerar en Son Reus. A muchos ciudadanos de Mallorca tampoco les complace. Es un despropósito en si mismo en la isla turística y sobre la convivencia residencial que no gusta de pestilencias ni contaminaciones, pero calla en exceso cuando se favorece el negocio fácil desde la gestión pública.

Por eso, entre otras muchas penurias, estamos condenados a purgar durante años el atrevimiento de haber tolerado el exceso de hornos en Son Reus. Una isla compra basura exterior para hacer factibles sus instalaciones de incineración. Insólito, pero real. También antiestético y posición a contracorriente de los avances en reciclaje y moderación en la producción de desperdicios. Una isla que importa hasta las basuras está a la intemperie de cualquier capricho o manejo exterior.

Més dijo que si alcanzaba el gobierno frenaría de inmediato la llegada de residos sólidos urbanos y a Miquel Ensenyat le ha faltado tiempo para confirmarlo, pero sus palabras también se incineran sobre los compromisos sellados por el PP. El reciclaje de lo dicho es complicado en este sentido porque ni siquiera las instituciones ahora afines de Eivissa y Menorca están por la labor de hacerlo.

Dado que evitar la entrada de basuras de producción ajena en Mallorca comporta hornos de talla grande el incremento de la ya cara tasa de incineración para el ciudadano, al presidente del Consell se le ocurrió, sin éxito, sustituir las extranjeras por las más autóctonas de las islas vecinas. Ya un paso más adelante, las negociaciones entre la conselleria insular de Medio Ambiente y la concesionaria Tirme llevan a la conclusión de que frenar de forma abrupta la importación de residuos puede salir muy caro porque tienen visos de significar el pago de considerables indemnizaciones. En este caso el Consell con el PP o el Pacte es la misma institución incumpliría lo contratado y en consecuencia debería hacer frente al perjuicio causado a la otra parte. Se mantiene una disyuntiva nada apetecible ni atractiva: pagar o agachar la cabeza y taponarse la nariz cuando desembarcan los contenedores de residuos prensados.

Hoy todo apunta que a partir del próximo mes de septiembre seguirán descargando los camiones con residuos generados en Italia, Irlanda y Cataluña. Serán del orden de 40.000 toneladas hasta el 31 de diciembre que las chimeneas de Son Reus lanzarán al aire de Mallorca. Después, ya se verá. En todo caso la visión será distorsionada si se enfoca al margen de la disfunción entre la producción real de residuos de la isla y los desproporcionados medios de que se disponen para eliminarlos. La solución no es fácil. Habrá que medir las palabras y confirmar la viabilidad de las iniciativas.

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