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Pilar Garcés

El desliz

Pilar Garcés

Ese ministro sí que es una amenaza

El ministro del Interior gastó el viernes un par de horas buenas en justificar en el Congreso de los Diputados por qué se reunió con Rodrigo Rato en su despacho y de extranjis cuando a ese señor lo están investigando los funcionarios que dependen directamente de su departamento. Dos horas largando, y algunas más preparando la deposición, para tratar de demostrar que había una razón más allá de que son amiguetes y del mismo partido. Reveló la existencia de amenazas fundadas contra la integridad del expresidente de Bankia, ejemplificadas en unos cuantos tuits injuriosos contra el sospechoso de fraude, alzamiento de bienes y blanqueo de capitales. Efectivamente, hay mucho delincuente suelto. Dos días antes de que Jorge Fernández Díaz desplegara toda su arrogancia en el esfuerzo por explicar el trato exquisito a su amigo, se habían encontrado enterrados en cal viva dos cadáveres en Cuenca, los de las chicas que llevaban desaparecidas una semana con gran alarma social, pues habían acudido a casa del exnovio de una para recoger enseres tras la separación y no se las volvió a ver. La tardanza en dar con ellas facilitó que su presunto asesino huyera a Rumanía, donde fue detenido, sigue a día de hoy y no parece que su extradición vaya a ser instantánea. El individuo, señalado como culpable por su propia familia, había cumplido condena por el secuestro, amenazas, malos tratos y lesiones a una anterior expareja, pero nuestro sistema penitenciario consideró que su rehabilitación estaba probada, y lo devolvió a la sociedad en el plazo de un año.

Nada ha funcionado en lo que respecta a la protección de dos mujeres, Laura del Hoyo y Marina Okarynska, muertas por una mano criminal a los 24 y 26 años. Una de ellas ni siquiera constará como víctima de violencia machista, un detalle que tiene su importancia aunque solo sea estadística. Su asesino, Sergio Morate, ya apuntaba maneras, pero las alarmas no sonaron, o no se oyeron. Si yo fuese la ministra responsable de que el "cabrón", en palabras de su propia madre, se haya atrincherado en las leyes de otro país después de actuar a su antojo y prologar así la agonía de las familias de las asesinadas, al menos haría un comentario. No lo hemos oído de boca de Fernández Díaz, muy ocupado relatando el calvario de Rato y los tormentos que recibe por internet. Tal vez las amenazas al pez gordo que se bañaba hace un par de semanas con aspecto relajado en las aguas de Mallorca sean ciertas. Pero más cierto me parece a mí que este ministro constituye con su inacción una amenaza flagrante para las mujeres que mueren como moscas mientras él centra sus esfuerzos en combatir la libertad de expresión en las redes sociales. Como la escalada de estupideces no tiene fin, su compañero el ministro de Sanidad Alfonso Alonso ha pedido a los partidos declaraciones oficiales contra la violencia de género como forma de combatir semejante lacra. Atacadas a golpes, tiros, martillazos y cuchilladas, y protegidas con palabrería hueca.

Miro las fotos de las vacaciones de Mariano Rajoy, de paseo por las montañas de su Galicia natal o bañándose en ríos helados. Siempre está rodeado de hombres. Parece el Papa en Castelgandolfo, pero qué digo, no... a Francisco le gustamos las mujeres y se le nota. El presidente del Gobierno de España, sin embargo, nos evita en lo privado e ignora en lo público. No le interesamos nada de nada. Ni a él, ni a su ministro ultracatólico del Interior. Ambos malgastan sus energías en salir indemnes de los fangales de la corrupción. Darían igual sus preferencias, pero ese mirar hacia otro lado nos está costando la vida.

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