No me puedo resistir, lo confieso, soy un adicto al estrés posvacacional (EP). Cada año tengo que escribir sobre el, con lo que el riesgo de repetirme es muy alto. No hay nada nuevo sobre él. Dentro de la quejorrea social posmoderna con incontinencia de esfínteres superiores e inferiores que nos invade, sobresale cada verano, con una cobertura mediática excepcional el depredador estrés posvacacional. Los medios realizan numerosas entrevistas a diversos especialistas sobre como prevenirlo y como afrontarlo. Dentro de muy poco emergerá como trend topic en los media.

Saldrán psicólogos, psiquiatras, coachs, profesionales en la evidencia y demás fauna de la "tribu psi" a inundarnos de consejos y estrategias para poder superarlo. No hay que olvidar que la enfermedad más extendida es el diagnóstico y que en la salud mental existe el sobrediagnóstico compulsivo. En esta inflación diagnostica, menos mal, no esta el EP. Con el nuevo manual americano de diagnóstico, el famoso DSM (a modo de recetario de cocina psiquiátrica) el riesgo de ser multietiquetados psiquiátricamente es muy alto. Pero el problema se agrava cuando muchos son medicalizados, psicologizados, y sometidos a multiterapias varias, incluyendo las prescripciones sádicas de la lectura de libros de autoayuda.

¿Qué nos esta pasando? Las cotas de imbecilidad médica esta in crescendo. He aquí algunas creencias maladaptativas de los profesionales con alto gradiente imbécil, según un autor argentino: "Pensar que las formas de existencia de las personas obedecen a decisiones racionales y voluntarias, creer que acumular información es garantía de 'conocimiento' y que la mera suma de datos produce el 'significado' y no establecer diferencias entre la epidemiología y la clínica, entre las poblaciones y los individuos".

En fin, vivimos una época compleja y contradictoria en medicina. Como dice un afamado autor "muchas investigaciones dan cuenta de una situación paradójica: cada vez somos más eficientes para encontrar cosas más minúsculas, más precoces, menos sintomáticas pero algunos de estos hallazgos cuando su evolución es seguida en el tiempo van desvelando su insoportable levedad. La investigación tiene una extraordinaria virtud: sirve tanto para revelarnos un mundo desconocido como para poner en evidencia cuando ese descubrimiento carece de relevancia clínica al aplicarse al cuidado de la salud".

Ya sabemos aquello del positivo placebo, del negativo nocebo y del perverso tontebo. Ayer leí que solo los japoneses se libran del EP, porque al parecer allí no tienen vacaciones. Ya saben ustedes que el estrés es muy polimorfo, es como ir a El Corte Inglés uno compra lo que quiere, se necesite o no. Nos pasamos la vida rediseñándolo. Reconozcámoslo: estamos atrapados por el estrés que nos configuramos a destajo: estrés laboral, estrés prevacacional, vacacional y para acabar estrés posvacacional. Sin contar el estrés meteorológico y el estrés cívico por el desustanciamiento de algunos pseudolíderes. Con razón dice Carlo Cipolla que "la humanidad se halla en una situación deplorable ".

Hay muchas maneras de autoamargarse las vacaciones: una es idealizándolas, otra es generarnos tantas expectativas con respecto a ellas que no es de extrañar que la frustración sea alta. "Son cortas", me saben a poco", "me ha estresado la familia", "no me he recuperado", etc. Ingenuamente, deseamos que las "anheladas vacaciones" realicen un reset del estrés que acumulamos y que en gran parte nos creamos el resto de los once meses restantes. Otra forma es auto boicoteárselas con la obsesión anticipatoria del temible EP. Las buenas vacaciones se basan en armonizar la música límbica, regulando las cuatro efes: food, fight, fear y fornication. Estar y sentirse vivo da la oportunidad cotidiana de vivir momentos mágicos.

Ahí van varios consejos para las vacaciones: practique el yoga-polvo ibérico (la cocrina del azafrán es un buen estimulante), practique la vagancia y el sedentarismo ilustrado, pierda protagonismo y vaya de copiloto, conecte con el aburrimiento, desconecte sus neuronas tipo Facebook, sucumba al guarreo gastronómico: deléitese con tomate rosa de Barbastro o de Monserrat, con berenjenas blancas mallorquinas, con unos boquerones en vinagre de Can Juanito, con un lenguado espectacular en Na Ruxia en Port de Pollensa, con unas gambas rojas de Sóller en el Bonsol y con un San Pedro con alcachofas a la plancha en Casa Fernando), practique el hábito omeprazólico y tome cardo mariano tras ingestas excesivas, abstención total de televisores tralleras monotemáticas que aburren a los culebrones y dosis homeopáticas de información municipal y autonómica donde manden gobiernos de personalidad múltiple.

En fin, afortunadamente ya hay muchos ciudadanos incubando el ínclito EP. Bendita crisis que ha disminuido su prevalencia galopante así como la neurotización social. Sin curro no hay EP. He ahí la inmunización total. He aquí el gran logro del Gobierno. Aumentando el paro se acabo el temible estrés. Solo están a salvo los más de cuatro millones de parados. Esta es la gran noticia. ¡Con la listas de espera que tenemos, solo nos faltaba pacientes con EP! ¡Cuánta gilipollapatía social!

Para padecerlo se exigen varios criterios: no estar criando malvas, tener job, minijob, ser fijo discontinuo e incluso temporal, no haber fallecido en la operación de salida, haber tenido vacaciones, haber superado el estrés vacacional familiar y las salmonelosis estival, no haber sucumbido en las diferentes operaciones retorno, volver sanos y salvos al hogar y tener amigos para contarlo en el WhatsApp. Nada mola tanto como guasapear del EP. ¡Joder macho estoy con el EP! Quina putada.

Y esto se puede complicar, todavía más, con el estrés de un divorcio post vacacional (ya saben ustedes que las vacaciones son un alto riesgo para el vínculo conyugal). Los médicos más esnobs e intelectualoides se explayan: es la serotonina, son los ritmos circadianos, son las endorfinas, es la música límbica desajustada. Enhorabuena si lo padece: ni se le ocurra contratar las vacaciones en una agencia en la que no le garanticen un magnífico EP. Sino cumplen que le devuelvan el dinero. Ojala el año que viene haya más ciudadanos que padezcan el EP.

A la vuelta rutinización, conexión light y progresiva con el trabajo y unas capsulas de la revitalizante Rodhiola siberiana. En estos tiempos de estupidez colectiva, conviene rescatar a un médico clarividente y lucido, el oncólogo, premio Nobel, el brasileño Drauzio Varella: "En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para que sirven". No lo olvide como construye su EP dice más de usted que la grafología. Les sugiero como mejor manual en la derrota, escuchar frecuentemente los dos últimos discos de Leonard Cohen (Show me the place es alquimia cerebral) y la lectura del último libro de Haruki Murakami. Ah, y recuerde que aún, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma. Bon estiu.

* Psiquiatra en Son Espases y coordinador del Centro de atención integral de la depresión