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Camilo José Cela Conde

Copas de fútbol

Los equipos Deportivo Shuyaia y Al Ahli han jugado la final de la copa de fútbol de su país a dos partidos, con victoria del segundo por el valor doble de los goles logrados en campo contrario. La noticia quedaría relegada a una triste columna en los sueltos de la última página de la sección de deportes de cualquier diario si no fuese porque ese país es Palestina. Se trata de la primera vez en década y media que los equipos de Gaza y Cisjordania disputan la copa que determina cuál es el mejor entre dos ligas que no pueden jugar una misma competición a causa de que, como todo el mundo sabe, Palestina es un Estado a medias, dividido y preso de las catástrofes geopolíticas que azotan el Oriente Próximo desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

El fútbol es, de momento, el único lazo que une Cisjordania y Gaza cuando todas los demás claves de cualquier vertebración administrativa, política y económica fallan. No hace falta volver a las razones que llevan a que, más de medio siglo después, no se haya logrado el dotar a los palestinos de un Estado en condiciones: todo el mundo las conoce. Pero la final de la copa de fútbol de Palestina abre una luz allí donde sólo hay penumbras. Sería ridículo minimizar la importancia de ese hecho por más que el fútbol alcance a menudo la condición de hartazgo para todos los que, sin ser aficionados a ese deporte, han de aguantar que canibalice nuestras vidas. De la mano del Al Ahli y del Deportivo Shuyaia aparece una vertiente política insospechada.

En los muchos demasiados meses en que el proceso soberanista de Cataluña ha ocupado también un lugar desmesurado entre las noticias de cada día se han sucedido comentarios sin fin. Entre los que resultan más pintorescos frikis, de acuerdo con la jerga postmoderna ocupa un lugar preferente la polémica acerca de en qué liga, de producirse la independencia de los catalanes, jugaría el Barça. No he leído ni la más mínima preocupación por dónde competirían el Espanyol, el Girona o el Gimnàstic, pero el Barça? Hasta los más acérrimos partidarios no ya de un referéndum sobre la soberanía sino de la independencia inmediata han sostenido con aires casi dramáticos que el Barça jugaría siempre en la liga española que, por cierto, lleva el nombre de un banco de Euskadi.

Me pregunto qué querrá decir eso en los términos que definen cercanías y distancias, valores compartidos y enfrentamientos. Cualquiera ajeno al mundo del fútbol supongo que daría una respuesta tajante pero vivimos en un país peculiar, en el que puede suceder que dos equipos se dejen la piel en el campo en el intento de ganar una copa, de cuyo nombre nadie duda, a la vez que las aficiones dedican una pitada estruendosa al himno y a la figura institucional que encarnan ese trofeo. A lo mejor resulta que los palestinos, con todo su drama a cuestas, entienden mejor que nosotros lo que vale y lo que significa tener un Estado en el que quepan capuletos y montescos.

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