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Antonio Papell

Cambio climático: Obama, Clinton y nosotros

El presidente Obama, que está dejando una profunda huella en la última parte de su mandato, acaba de presentar el "Plan de energía limpia" (Clean Power Plan) que pretende poner coto al problema creciente del cambio climático, un fenómeno ya incuestionable que la cerril derecha norteamericana niega frontalmente y atribuye a poderes oscuros que supuestamente pretenden inmovilizar a los Estados Unidos y hacerles perder el tren industrial y tecnológico. La propuesta de Obama consiste, como es conocido, en una reducción de las emisiones de las plantas energéticas del 32% con relación a los niveles de 2005, lo que supone un 9% más que en la propuesta anterior formulada por la Agencia de Protección de Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos. El coste del proyecto asciende a unos 8.400 millones de dólares anuales hasta 2030 pero rendirá beneficios muy superiores: sólo en efectos sobre la salud, los beneficios anuales oscilarán entre los 34.000 y los 54.000 millones. Además, los consumidores ahorrarán en la factura eléctrica 85 dólares por año y hogar, unos 155.000 millones entre el 2020 y el 2030.

Además, Obama ha logrado un acuerdo histórico con China para reducir las emisiones antes de 2030, un compromiso que hasta ahora no había querido contraer la potencia asiática. Todas estas reducciones serán aportadas a la cumbre de París que tendrá lugar en diciembre, de acuerdo con el compromiso contraído en la Cumbre de Lima por los 49 estados entre ellos, los 28 de la Unión Europea que generan el 55% de la contaminación global.

El presidente de EE UU ha tenido sumo interés en poner de manifiesto que estas decisiones no son verdaderamente optativas. El cambio climático no es una realidad controvertible: en quince años se han registrado los catorce más calurosos desde que hay cómputos de temperatura. "El asunto es de tal magnitud que si no actuamos de inmediato no podremos revertir la situación", ha declarado Obama en un vídeo sobre su propuesta, que enfatiza dramáticamente la evidencia de que estamos ante un límite que no deberíamos franquear. La propuesta de Obama tiene consecuencias económicas negativas a corto plazo, que son las que los republicanos pretenden evitar: el fin de las centrales de carbón afectaría a una docena de estados con importante actividad minera. Y muchas industrias tendrían que adaptar sus procesos productivos a las nuevas normas, con la consiguiente inversión y pérdida de competitividad a corto plazo. En cualquier caso, los demócratas sí aceptan el reto. Hillary Clinton, en concreto, se ha sumado con entusiasmo a la propuesta.

Pero la oferta de Clinton va más allá: en un vídeo viral publicado en YouTube, la precandidata a la presidencia de los Estados Unidos ofrece además el uso masivo de energías renovables no convencionales y, en concreto, la instalación en el país de 500 millones de paneles solares en los hogares de los americanos, para conseguir la autosuficiencia energética en una década mediante el modelo llamado de "energía distribuida". Además, Clinton quiere más energía eólica, más biocombustibles, más eficiencia energética en general?

El modelo de "energía distribuida", que pone en entredicho el modelo europeo de grandes compañías eléctricas privadas que cuidan como es lógico sus propios intereses, acaba de ser negado radicalmente en España, donde el ministerio de Industria se ha manifestado en contra de la autosuficiencia energética de los ciudadanos, que verán fiscalmente penalizadas sus instalaciones de autoabastecimiento y ya no podrán volcar a la red sus excedentes. Conviene que se proceda a una profunda reflexión, porque parece que estamos avanzando justo en la dirección contraria de las grandes tendencias internacionales.

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