El pasado martes, Artur Mas dio una rueda de prensa para explicar cómo piensa medir el apoyo a la independencia de Cataluña el 27S. Como es conocido, el presidente de la Generalitat, arrollado por su propio ímpetu, considera que con 68 diputados bastará para sacar adelante el proyecto. Con una participación mediana, ello supondría más o menos el 25% el censo electoral. Pero el delirio, que se da por supuesto cuando se llega a situaciones tan atolondradas como ésta, no es lo más grave y chocante de la coyuntura: lo que más preocupación suscita es la respuesta de Mas a otra pregunta obvia, la de qué pasará si el independentismo no suma 68 diputados. En este caso, "si gana el no tendremos que dar un paso atrás y entender que Cataluña no está madura para iniciar este proceso". Estamos, en definitiva, ante una cuestión de madurez. Los independentistas son los adelantados, lo que han tenido la visión de futuro que les ha permitido "madurar". Y si las gentes no les siguen, habrá que esperar a que esa "madurez" llegue a todos. En otras palabras, la machacona insistencia de los rupturistas seguirá? hasta que un día se alcance el sí definitivo a la independencia. Aunque sea por cansancio.
