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Antonio Tarabini

Daños colaterales

Sólo existe lo que se ve, o lo que se quiere ver. Y en verano, en plena temporada turística, lo que se ve son los millones de turistas que nos visitan con algunos problemillas anexos (desde el "todo incluido" al "turismo etílico", pasando por índices de "saturación" en determinadas fechas y zonas). También, ¿cómo no?, se nos recuerda la creación de empleo, así como otros efectos positivos como puede ser una mayor actividad de la mal llamada oferta complementaria (bares, restauración, ocio, comercio...).

Bienvenidas sean todas y cada una de las buenas noticias, pero hay pocas referencias a posibles efectos colaterales no deseables, como pueden ser la precariedad del empleo creado o la estacionalidad de la inmensa mayoría de empresas y/o autónomos subsidiarias de la actividad turística intensiva veraniega. Hoy voy a referirme a un colectivo, las mujeres activas laboralmente en pleno verano (fijas discontinuas, temporales, a tiempo parcial...), que sufren en sus carnes el no poder compaginar su vida laboral y la familiar. Por desgracia, con excesiva frecuencia tales daños colaterales, como en las guerras, se consideran inevitables.

La temporada alta crea empleo intensivo y ofrece posibilidades de mayor empleo a las mujeres, pero en la mayoría de casos acceden al mercado laboral por simple necesidad: según los datos publicados en el Quaderns Gadeso número 256 (gadeso.org), un 72% afirman que trabajan durante el verano para complementar el salario familiar, y un 55% también para poder "hacer frente a compromisos económicos adquiridos" como puede ser la hipoteca. Pero un 89,7% de las mujeres activas laboralmente consideran muy "complicado" compaginar su vida laboral con la familiar, situación que se agrava tras año, con sus consecuentes daños colaterales, no sólo por el carácter temporal de la contratación, sino también y principalmente por el aumento de su precariedad (contratos a tiempo parcial de corta e imprevisible duración, sustituciones...), que afecta de modo más intenso al colectivo de mujeres. Esta cruel realidad distorsiona cualquier posibilidad de planificar mínimamente el cuidado y atención de los hijos, el disfrute de un tiempo mínimo de ocio compartido con su familia, así como las labores del hogar.

La máxima actividad laboral coincide con las vacaciones escolares de los hijos/as. ¿Quién o quiénes pueden responsabilizarse de los hijos? Si es posible acuden a la denominada "familia extensa" (abuelos, hermanos...) Pero dicha sustitución no siempre es posible, porque tales redes familiares también se encuentran en situaciones similares o simplemente porque no existen (especialmente entre familias procedentes de la inmigración). Mientras, las escuelas infantiles públicas y los comedores escolares cierran. Y los adolescentes quedan al pairo, en muchos casos con necesidad de recuperación escolar y huérfanos de una oferta pública de actividades lúdicas, deportivas, de refuerzo académico... Es un hecho que las diversas administraciones están reduciendo los distintos servicios dedicados especialmente a la atención de niños/as y adolescentes durante sus vacaciones veraniegas. Llama la atención la gran oferta de actividades (deportivas, campamentos, recuperación de estudios...) a cargo de empresas privadas, naturalmente de pago. Últimamente parece que, gracias a la presión ciudadana, algunas administraciones reconsideran parcialmente algunos cierres de comedores escolares, de escuelas infantiles...

Por añadidura, tales daños colaterales, además de sus graves consecuencias estructurales en el ámbito familiar y en el desarrollo presente y futuro de sus hijos/jas, afectan doblemente a la mujer. Un 36% declara que no goza de tiempo libre para ella misma y/o para dedicarlo al descanso, a sus aficiones... Sólo un 11% declara que puede "mantener unas relaciones familiares normales", entre otras razones porque la mujer, además de trabajar con frecuencia en condiciones precarias, sigue siendo la "responsable" de la atención y cuidado de sus hijos, así como de todas las labores anejas al hogar familiar.

Los daños colaterales provocados y agravados por la crisis existen, y lo expuesto es sólo un botón de muestra, aunque no sean objeto de la atención pública. Y son reales con toda su crudeza a pesar de que, siguiendo el refranero popular "ojos que no ven (o no quieren ver) corazón que no siente".

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