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La sobrecualificación

El informe de la Fundación CYD 2014 (la Fundación Conocimiento y Desarrollo está integrada por diversas empresas y presidida por la presidenta del Banco de Santander) aporta un dato desolador: aunque ya en 2014 se advierte un descenso del paro entre los graduados universitarios, en ese año el porcentaje de titulados superiores que acepta trabajos para los que está sobrecualificado es del 37%, cinco puntos más que en 2010.

Este indicador expresa con brutal claridad el fracaso de una de las misiones más importantes de la Universidad: preparar a las generaciones emergentes para que se pongan al frente del país ocupando los roles más importantes. Por ello, cuando la preparación que otorgan nuestras instituciones educativas superiores no cumple su función y los graduados deben emplearse en cometidos de rango inferior es que ha fallado la conexión entre la Universidad y la sociedad.

El problema no es nuevo, puesto que en realidad la Universidad española ha sido siempre en este país una superestructura autista insuficientemente vinculada al tejido económico y a la realidad social. Y, probablemente, hasta que no se corrija esta disfunción, este país no habrá ingresado del todo en la modernidad.

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