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Llorenç Riera

El desbarajuste de la basura balear

Resulta de sobras conocido el aforismo popular que asegura que determinada materia orgánica, cuanto más se revuelve, peor huele. No hacen falta más detalles para identificarla. Tampoco se requiere hacerlo a la vista del revuelo que están organizando tres consells de Balears a cuenta del tratamiento de los residuos sólidos urbanos. La marca balear no podrá ser patentada en lo relativo a eliminación de basuras, sencillamente porque su gestión no es modélica ni eficaz.

A veces la solución es tan sencilla como hablar y sentarse en una misma mesa para negociar y no precipitarse en pronunciamientos que no contemplan todos los aspectos de una problemática compleja. Los consells de Mallorca, Eivissa y Menorca no han sabido hacerlo. Ahora que comparten, desde la pluralidad, afinidades ideológicas diferentes a las de la legislatura anterior, actúan como si no se conocieran de nada o si no mediaran problemas comunes de por medio. Es más, se lanzan mensajes sobre lo que debe hacer el otro que no obtienen una respuesta favorable del receptor. Existe una insularidad administrativa muy difícil de superar.

Més per Mallorca prometió en su oferta electoral que si alcanzaba el gobierno del Consell vetaría la importación de basuras que se realiza desde Irlanda e Italia para ser incineradas en Son Reus. El nuevo presidente de la institución, Miquel Ensenyat, inmediatamente después de asumir el cargo, ha hallado la alternativa sustituyendo los desperdicios centroeuropeos por los más próximos de Eivissa y Menorca, lo cual permitiría a su vez mantener la actual tasa de incineración. Pero es una iniciativa que ahora se desvela precipitada y frágil por falta de consenso y diálogo. Los consellers de Medio Ambiente de las islas invitadas, adscritos a Podemos o sus equivalentes, no se han entusiasmado con la oferta. Vienen a decir que la incineración no es su preferencia y que se decantan por la reducción en origen y el reciclaje. En concreto, desde Menorca también se apunta que quemar basuras resulta incompatible con la declaración de reserva de la biosfera de la que goza la isla. Son posturas que están bien, que se vuelven amables y vistosas de cara a la opinión pública, pero que sólo abordan una parte de una problemática mayor y más compleja.

En Menorca existen vertederos que por imperativo legal deben tener los días contados. Al tiempo que se reniega del mal menor de remitir las basuras a Mallorca, no se ofrece ninguna alternativa viable. En esta cuestión, como en tantas otras, predomina la normativa de la Unión Europea que obliga a cerrar los vertederos antes de 2018. De no hacerlo en este plazo peligran 400 millones de ayudas para protección medioambiental. Sin las basuras de Irlanda, Italia, Eivissa y Menorca, Mallorca tampoco dispone de plan sustitutivo para congelar las actuales tasas de incineración. Es el problema de tener una infraestructura inadecuada y sobredimensionada para los tiempos y necesidades actuales.

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