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Una catarsis peligrosa

Grecia, empujada por sus gobernantes, parece haber entrado en una espiral de locura

Alexis Tsipras mantiene su doble juego con la UE: para algunos un salto sin red. Tras una última petición desesperada de la prórroga del segundo recate y de un tercero, además de una carta asegurando que Grecia está preparada para el acuerdo que hace unos días rechazaba, mantiene el referéndum y, a la vez, reclama el voto masivo para el no. Ante una situación de impago al FMI de 1.550 millones la situación del país heleno parece haber entrado en una espiral de locura difícil de comprender. El primer ministro griego dice estar dispuesto a aceptar las condiciones y una hora después se escuda en la estrategia de presentar a su país como víctima de una Europa usurera y despiadada. No existe inocencia en el pueblo griego como tampoco la hay en ningún otro.

Es más, si los pueblos no son inocentes, el griego es culpable por partida doble. Evadió todos los impuestos que pudo y apoyó a sucesivos gobiernos corruptos dinásticos de la izquierda y de la derecha; falseó los datos de su economía; vivió por encima de sus posibilidades y más tarde se dejó engañar por Syriza echándose en brazos de la demagogia más populista. Ello consiste en creer, por ejemplo, a algunos de los irresponsables dirigentes neocomunistas, como el ministro de Trabajo y Seguridad Social, que ante el referéndum convocado y reiterado por Tsipras intentan convencer al pueblo de que rechazar el plan de sus socios no significa exactamente quedarse fuera del euro puesto que la eurozona se derrumbaría sin la presencia de Grecia, un país que, por explicarlo de alguna manera, tiene un PIB inferior al de la Comunidad de Madrid. Igual que la democracia, los griegos inventaron también la demagogia.

Otra cosa es que a los socios, ahora acreedores, no les convenga ni por razones políticas ni económicas la salida de Grecia del euro. La deuda que no puede pagar en la moneda única europea, probablemente jamás lograría resarcirse de ella en dracmas, extremo que, además, llevaría a los ahorradores a perder la mitad de sus depósitos. El dracma, por hacer un juego de palabras, supondría un drama en muchos sentidos.

Hay quienes sostienen que si Grecia sale del euro se podría producir un efecto dominó. Pero son cada vez más los que opinan que el euro puede sobrevivir perfectamente sin los griegos e incluso en una situación más cómoda.

El influyente Kathimerini, diario de centroderecha de Atenas, con edición en inglés, arrastraba estos días las opiniones de un amplio conjunto de economistas griegos, autores de un manifiesto a favor del sí. Sostienen, en primer lugar, que referéndum del 5 de julio no es a favor o en contra de un acuerdo específico, sino de una perspectiva europea del país. Votar sí quiere decir permanecer en la zona euro y la Unión Europea. Para ellos, garantiza que Grecia continuará su esfuerzo para mejorar la economía y, al mismo tiempo, logar que sus instituciones se acerquen a las de los países socios desarrollados. El no, en cambio, tendría según los expertos nacionales efectos devastadores tanto inmediatos como a largo plazo que ya han comenzado a presentarse con el cierre de los bancos. La conversión de los depósitos en dracmas, insisten, reduciría el valor del dinero ahorrado. La crisis en el sistema bancario daría lugar a la quiebra de muchas empresas y el desempleo se dispararía aún a cifras superiores de las actuales. Las pensiones perderían la mitad de su valor con la devaluación del nuevo dracma en relación al euro. La austeridad, en definitiva, sería todavía peor que con cualquier acuerdo con los socios y afectará a los más débiles.

El escritor Petros Márkaris, lúcido intérprete de la realidad social de su país, escribió en La espada de Damócles como Grecia no ha dejado de hacerse daño a sí misma y cómo los griegos son los principales causantes de su tragedia. "La ilusión de la riqueza les hizo ser más individualistas y ahora se sienten desbordados y deprimidos". Pero no sólo fue el efecto del gran consumo, el vivir por encima de las posibilidades, la corrupción en Grecia ha debilitado las finanzas públicas más que en otros lugares.

En griego, hay dos palabras para definir este estado de las cosas: fakelaki y rousfeti. Fakelaki significa "sobrecitos", sobornos; rousfeti, favores políticos. Estos últimos han prevalecido en todos los ámbitos, desde la educación a contratar polémicas operaciones inmobiliarias con monjes ortodoxos.

El desmoronamiento hace tiempo que empezó a producirse en Grecia obligada ahora por los recién elegidos gobernantes a decidir sobre su futuro en una situación dramática, por no decir extrema.

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