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José Francisco Conrado de Villalonga

"Tú también, Bruto, hijo mío"

Cayo Julio César (12/7/100 - 15/3/44 a. de C.), militar de éxito, se dedicó a la política, fue cuestor de la provincia de Hispania y luego cónsul, no dudo en recurrir a una política agresiva para someter a los pueblos. Cuando llegó a la más alta magistratura de Roma, ejerció el gobierno de forma despótica, se erigió en dictator perpetuus y pontífice pontifex maximus y siendo coherente con su forma de gobernar acabó suprimiendo la República. Un grupo de senadores temerosos del cariz autoritario de las decisiones, que afectaban a los destinos de Roma y sus intereses personales, organizaron una conspiración para acabar con la dictadura y apartar al César. El 15 de marzo del año 44 a. de C. fue citado en el Senado. En las escaleras varios senadores, entre los que se encontraban Casio y Bruto Bruto había sido prohijado por Julio César, le asaltaron, le derribaron y una vez en el suelo le acuchillaron de forma feroz y sangrienta.

Julio César, ya caído, antes de morir, advirtiendo que en el foco de la conspiración se encontraban sus compañeros y colaboradores y percibiendo, atónito, que entre los traidores que le acometían se encontraba su protegido Bruto este le clavó la primera puñalada, pronunció una frase que se hizo famosa y que ha llegado hasta la actualidad como paradigma de la ingratitud y la traición: Tu quoque, Brutus, fillii mei ("¡Tú también, Bruto, hijo mío!").

Los historiadores no entran en valoraciones críticas sobre su proceder como primer cónsul, sus victorias militares, la reorganización administrativa, la instauración del orden en Roma, pero sí subrayan el lamentable ejemplo de unos compañeros de gobierno que, hasta el último momento, habían rendido pleitesía, aplausos y sumisión y que rápidamente abandonaban, derribaban y apuñalaban por detrás. Esta fue y continúa siendo la manifestación clara de la indigencia moral de algunos políticos de entonces y de ahora. Mientras Julio César estuvo fuerte y en el poder recibió halagos, adhesiones sin límite y reverencia, al ser derrocado, se encontró con felonía y sajaduras por la espalda. Después de la muerte de César estalló entre los desleales la lucha por el poder.

En Roma, cuando cambiaba la primera magistratura se ponía en práctica la denominada damnatio memoriae que consistía en borrar todo recuerdo del último emperador, se hacían desparecer epígrafes, inscripciones que hacían alguna referencia al destituido, se decapitaban las estatuas, se rasgaba el rostro en las pinturas, se retiraban las monedas con su efigie e incluso se podían llegar a confiscar los bienes del "damnificado".

La Historia Augusta relata que un día después de que Cómodo, uno de los peores emperadores, fuera ahogado por uno de sus esclavos y en la sesión de la investidura de Pertinax como nuevo emperador, el Senado decretó la damnatio memoriae. A partir de ahí comenzó la segunda guerra civil, la más sangrienta. Los pretendientes al trono fueron cayendo uno tras otro, los cuatro emperadores que se fueron sucediendo acabaron perdiendo la vida. La deslealtad, la felonía y la traición suelen tener un final dramático... Mutatis mutandis...

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