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Jose Jaume

¿Pedro Sánchez o Pablo Iglesias?

Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional, ha dejado dicho (El País, 7 de marzo) que "lo que está en juego no es que Mariano Rajoy vaya a tener que acabar dejando de ser presidente del Gobierno, sino la propia supervivencia del PP como partido". Pérez Royo plantea que los populares están en una tesitura similar a la que en 1982 arrasó a UCD. Su artículo lo titula "el fantasma de UCD". Mencionaba los papeles de Bárcenas. El siete de marzo todavía las urnas no habían dictaminado el descalabro de el PP en Andalucía ni lo que ocurriría el 24 de mayo: el desastre de las elecciones municipales y autonómicas, que han dejado al partido gubernamental abierto en canal. Lo que acontece en el PP balear es solo un síntoma, si se quiere extremo, de la situación comatosa en la que se halla el que cuatro años atrás era el "partido alfa" de la política española, una organización que acaparó un poder institucional nunca visto en España. Esta acumulación se está desmoronando estrepitosamente. El caos que se ha instalado en el partido de las derechas españolas es perfectamente descriptible. Mariano Rajoy ni sabe ni puede contener el desmadejamiento. De ahí que se cortocircuiten Gobierno y partido, como ha ocurrido con el asunto de las pagas atrasadas de los funcionarios o el intento a la desesperada de invocar el voto del miedo, exhibiendo una retórica lamentable al referirse a los pactos establecidos entre PSOE y las marcas de Podemos en las grandes ciudades.

El PP está en vísperas de desahucio. El parte de situación a cinco meses de las elecciones generales, en el caso de que no se adelanten, y cada vez es más fuerte la presión sobre Rajoy para que las convoque en septiembre, es el siguiente: la carrera para la presidencia del Gobierno ha quedado establecida entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El Congreso de los Diputados que salga de las elecciones deberá decidir a quién de los dos hace presidente del Gobierno. El PP, en el supuesto de que llegue el primero, se quedará sin suficientes apoyos parlamentarios para obtener la investidura. No le bastará el socorro de Ciudadanos. La apuesta se circunscribe a Pedro Sánchez o Pablo Iglesias. Uno de ellos, dependiendo de los diputados que consigan y del margen de actuación que el botín les procure, maniobrará para conseguir los diputados suficientes que le permitan formar gobierno.

Parece plausible colegir que el secretario general del PSOE tiene más cartas disponibles que el de Podemos para convertir en ex a Mariano Rajoy e inaugurar una etapa política diametralmente diferente a las vividas desde la aprobación de la Constitución, en un lejano 1978. Lo de la bandera del pasado domingo no fue una ocurrencia más del aparato de propaganda socialista, sino que se hizo con el nítido propósito de acotar el espacio político de los socialistas, que creen amarrado su margen izquierdo; cuentan con la presencia de Ciudadanos, que progresivamente empuja al PP hacia la derecha, para asentarse sólidamente en el centro. No está dilucidado que sea la estrategia acertada. Podemos juega la suya, y a la vista de lo sucedido en las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Cádiz y algunas más, la pelea por la primacía de la izquierda sigue abierta. Un sondeo electoral publicado ayer por El Periódico anuncia que una candidatura similar a la que ha permitido gobernar a la alcaldesa Colau en Barcelona queda en disposición de disputarle la victoria a la "lista del president" de Artur Mas. Los socialistas siguen sin contener la hemorragia, quedándose con menos de la mitad de los diputados obtenidos en la Cámara legislativa catalana en las anteriores elecciones. Del PP mejor ni hablar: la irrelevancia en la que se instala es similar a la que padece en el Ayuntamiento barcelonés.

¿Es realista plantear que Pablo Iglesias pueda optar con garantías a ser el próximo presidente del Gobierno? La pregunta hay que formularla en otros términos: ¿es trasladable a unas elecciones generales el resultado conseguido por las marcas respaldadas por Podemos en las grandes ciudades? Siempre se ha sostenido que los cambios de envergadura que acaecen en España se incuban en las capitales irradiándose después a todo el territorio? También constituye casi un axioma que es en Barcelona donde primero cuajan. En 1979 los socialistas, auxiliados por un PCE (la Izquierda Unida de hoy), que venía de ser vapuleado en las elecciones a Cortes constituyentes, y mordería el polvo de la derrota en cuantas elecciones ha habido desde entonces, consiguieron gobernar en las grandes capitales, a pesar de que UCD fue el partido más votado. Era el presagio de lo que vendría después, tres años mas tarde: la descomunal victoria del PSOE del 28 de octubre de 1982, cuando Felipe González obtuvo 202 diputados.

La Ley Electoral española, las actuales circunscripciones, establecidas en base a las provincias, no favorecen a Podemos; sí al PSOE y más al PP, aunque hemos dejado establecido que a la derecha no la salvará del futuro que le aguarda ni una ley electoral hecha a su medida. Pero Podemos, que inteligentemente se niega en redondo a formalizar la coalición que le suplica la comatosa Izquierda Unida, si es capaz de presentarse a las elecciones logrando que los ciudadanos acepten que votan lo mismo que en las municipales, se hará con el número suficiente de diputados para disputarle el liderato de la izquierda al PSOE. Cómo tendrá que hacerlo en Madrid, Galicia, Cataluña o Valencia se tendrá que ver. Cuenta con una ventaja para ganar la carrera: el desfondamiento socialista en Cataluña, imprescindible para que el PSOE gane unas elecciones generales. Pedro Sánchez confía en Andalucía. El sur sigue siendo fiel al partido socialista, que hoy es más que nunca el imbatible partido del sur. En Andalucía no hay forma de quebrar su hegemonía. El espejismo de 2012, cuando el PP quería culminar la conquista de España desplazando al PSOE de donde nunca se ha apeado, se saldó con el resultado que dejó petrificado a Mariano Rajoy y a Javier Arenas. En aquel momento se inició el descenso a los infiernos de los populares. La marea quedó contenida en Despeñaperros.

Si no se adelantan las generales, el 27 de septiembre Cataluña dictará una primera sentencia: PP y PSOE lo pasarán muy mal en el Principado. Podemos, Catalunya en comú, será catapultado.

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