Diario de Mallorca

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La crisis griega ¿o habría que llamarla la crisis de la Unión Europea tiene como es natural infinidad de matices y multitud de aristas. Pero por encima de las interpretaciones sesudas y continuas de quienes han hablado del tema en términos técnicos, el ciudadano ajeno a los arcanos de los balances presupuestarios yo, por ejemplo puede quedarse con una síntesis publicada el sábado pasado, cuando el Banco Central europeo decidió abrir una línea muy modesta de crédito para el sistema financiero griego con el fin de evitar que sus bancos quebrasen ayer lunes. La frase en cuestión recuerda lo que se ha dicho numerosas veces a lo largo de estas últimas semanas: el gobierno de Tsipras cuadraría sus cuentas sin más que rebajar sus presupuestos en un 0,5% del producto interior bruto. Si lo hiciese, satisfaría la principal condición que la antes llamada troika le pone para rescatar por tercera vez al país.

¿Dónde está el problema, entonces? ¿Por qué llegamos hasta la cumbre de ayer con el ánimo encogido? Una cifra de ahorro así saldría fácilmente de la contención mínima del gasto militar, algo a lo que en principio un gobierno de izquierdas no debería hacer ascos. Pero el presidente Tsipras y sus delegados se han negado de forma sistemática a bajarse del burro exigiendo que se negocie la deuda griega en su conjunto en vez de arbitrar las medidas suficientes para pagarla tal y como ahora está. La cuestión, por tanto, dejó hace tiempo de formar parte del análisis cabalístico de las cuentas de un país para instalarse en el mucho más conocido guión del chantaje. Cada contrincante se enrocó en sus posiciones negándose a dar un paso adelante hacia el compromiso. Se trataba de ver quien se asustaba antes cediendo al farol del otro.

El resultado de un pulso en términos de chantaje se entiende poniendo encima de la mesa lo que pierde cada uno de los adversarios de no dar ninguno de ellos marcha atrás. Si Grecia quiebra las consecuencias para sus ciudadanos son obvias: vuelta a los tiempos anteriores a la integración en Europa pero con un futuro mucho peor que el que existía entonces y un deterioro gravísimo de su economía a corto y medio plazo. Recuerden ustedes los que vivían ya entonces cómo estaba España, sus carreteras, por ejemplo, en los tiempos del franquismo. Para la Unión Europea el trastorno no es en absoluto económico Grecia supone apenas el 2% del conjunto europeo aunque, eso sí, sus acreedores se empobrecen en el total de la deuda que ya no se cobrará jamás pero la vuelta al dracma supone un mazazo mortal a la confianza en las instituciones comunitarias. Cabría decir que si el chantaje teórico diera paso a la quiebra y Grecia saliese de la moneda única los perdedores seríamos todos. Ése es el principal obstáculo para poder llegar al acuerdo: el que los contrincantes saben lo tremendo que es para el otro que la cuerda se rompa. Nos dicen ahora que ese peligro se aleja, que la cumbre de ayer condujo a la posibilidad de una salida. Queda por confirmar que sea verdad.

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