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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

El regalo de bodas

Para Cristina de Borbón, la pérdida del ducado (o de un ducado, no sé) debe de ser dolorosa. Cada microcosmos es un mundo. A mí mismo me duelen cosas que nunca creeríais. Pero finalmente se trata de un asunto doméstico que en un país (o un reino) en el que hay tres millones de niños pobres debería tener menos relevancia. Comprendemos no obstante el ruido: para una institución que se manifiesta por sus gestos más que por sus palabras, es un modo de decir: "Mira cómo nos comportamos ante la corrupción". Pues bien, ya lo vemos, muchas gracias, pero despojar a doña Cristina del ducado (o de un ducado) es como si a mí me retiraran el título del bachillerato elemental frente a un pelotón de fusilamiento. Y eso que yo tuve que luchar por él, que entonces incluía un examen de reválida. Para poseer un ducado, en cambio, no tienes que hacer otra cosa que encontrarte en el sitio junto a la hora convenida. La duquesa de Alba, que en paz descanse, disponía de títulos a mansalva sin otro mérito que el de haber nacido. Nacer, en determinados ámbitos, constituye un demérito porque significa una boca más que alimentar. La tómbola de la vida, que decía Marisol.

El ducado de Palma del que disfrutaba (no nos imaginamos cómo) doña Cristina fue un regalo de bodas de su padre. Significa que a la gente común las bodas nos salen por un ojo de la cara, mientras que los reyes no tienen más que abrir el baúl de los títulos y desempolvar uno.

-Te regalo este diploma de duquesa.

¿Eso es regalo? Si me presento yo con un título nobiliario en la boda de una sobrina mía que acaba de casarse, me retira el saludo. Los ricos, como tienen de todo, se regalan y se desregalan cosas simbólicas. Es otro modo de decir que cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. Lo raro no es eso, lo raro es que a nosotros nos parezca una noticia con la que abrir los periódicos y los telediarios. Se insiste tanto en ello que acaba uno pensando que, en vez de un título nobiliario, le han extirpado el hígado. Y no, el hígado lo tienen todos los miembros de la Casa Real en su sitio y convenientemente forrado. Ahora vendrá el capítulo de los derechos de sucesión.

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