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Humor negro

La Real Academia ha consagrado esta definición de humor negro: es el "humorismo que se ejerce a propósito de cosas que suscitarían, contempladas desde otra perspectiva, piedad, terror, lástima o emociones parecidas". Nuestro país ha sido maestro en la materia, puesto que sus grandes literatos se han reído hasta de su propia sombra. Y en la literatura universal hay una genial antología de André Bréton, impulsor del surrealismo, quien en 1940 recogió 45 textos de autores famosos. El clásico moderno de más prestigio de esta especialidad es el dramaturgo Samuel Becket, admirador de Chaplin y de los hermanos Marx, quien nos dejó, entre otras lindezas, su inolvidable Esperando a Godot.

Viene esto a cuento del incidente recién acaecido en Madrid, protagonizado por un político recién llegado en cuya biografía constaban inaceptables chacotas sobre cuestiones en las que la broma resulta inaceptable: nada menos que el Holocausto y el terrorismo de ETA. Según dicho sujeto, las supuestas humoradas en realidad, injurias claramente delictivas no eran más que experimentos inocentes sobre los límites del "humor negro" en las redes sociales. Lógicamente, la excusa inverosímil no ha surtido efecto, y es incluso probable que la fiscalía abra diligencias sobre el caso. Porque el humor verdadero es siempre profundamente humano, y no puede alegar humanismo quien se ríe de la brutalidad contra los seres humanos.

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