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Antonio Papell

La Corona, por la regeneración

Una semana antes del aniversario de su coronación, el rey Felipe VI se ha anticipado a la celebración del juicio oral por el caso Urdangarin con un simbólico golpe de efecto que pone de manifiesto su clara posición ante el escándalo: una nota de la casa del rey anunciaba este jueves la revocación, mediante un real decreto de la Jefatura del Estado, del derecho de doña Cristina de Borbón, su hermana, a utilizar el título de duquesa de Palma que le había otorgado en 1997 el rey Juan Carlos. Tiempo atrás, en enero de 2013, el ayuntamiento de la ciudad de Palma de Mallorca, respondiendo a la indignación popular, ya había acordado eliminar del callejero la calle de los Duques de Palma, el nuevo nombre de la popular Rambla.

Es evidente que el gesto sólo tiene un efecto simbólico, porque ni siquiera afecta a los derechos dinásticos de la hermana el rey, aunque su valor político vaya mucho allá. Porque es relevante advertir cómo el nuevo rey está tomando una serie de decisiones pertinentes que actualizan la institución y la consolidan en un contexto constitucional hasta cierto punto hostil porque se ha cargado de ciertos anacronismos. Además, no es en absoluto sencillo encajar la institución monárquica en un ordenamiento democrático moderno.

El rey Felipe VI, cuidadosamente educado para reinar „y no sólo en el terreno pedagógico y docente: también en el social y familiar„, está desarrollando con minuciosidad un plan de viaje que consiste básicamente en ponerse al frente de los grandes vectores de regeneración que se palpan en la sociedad española. Si la ciudadanía „la opinión pública„ ha detectado desde hace tiempo un anquilosamiento del sistema „partidos aviejados, administraciones burocratizadas, sistema parlamentario mal adaptado a las nuevas tecnologías y a la transparencia„, es claro que la Corona actúa con un celo extremo en el cumplimiento con la debida sensibilidad de sus tareas que van precisamente encaminadas a liderar el cambio. Primeramente, ajustando su ejecutoria a la agenda estatal „el rey y la reina han dejado de tener una actividad privada alejada del escrutinio de los medios„; en segundo lugar, llevando la transparencia a sus últimas consecuencias, anticipándose incluso a las leyes estatales; finalmente, imponiendo unos criterios de ética pública que no se detienen en las fronteras familiares: la Corona ha dejado en claro que comportamientos como el de su cuñado Urdangarin no caben en el entorno regio, sea cual sea el reproche penal que merezcan su actuación y las de sus colaboradores.

Este cambio radical de actitud ha sido perfectamente advertido por la sociedad civil, como se desprende del hecho de que las encuestas del CIS hayan valorado la mudanza y hayan puesto de manifiesto que la Corona ha dejado de ser un problema para este país: antes al contrario, vuelve a ser una institución útil porque desempeña una sutil ligazón entre españoles y ejerce un casi invisible liderazgo moral que contribuye a asentar la esencialidad ontológica de este país. Además, don Felipe se ha percatado de que, auque posee la doble legitimidad que le otorga el marco constitucional, la legitimidad de origen no es consistente si no va constantemente respaldada por la legitimidad de ejercicio. En otras palabras, la monarquía sobrevivirá a los cambios „y a nadie se le escapa que se avecina una reforma constitucional profunda para modernizar el pacto convivencial„ si no está entrañada en el imaginario colectivo, si no se acredita como lubricante capaz de mitigar tensiones, si no se manifiesta como un acervo de virtudes cívicas basadas en el amor a la libertad, en la tolerancia y en el respeto insobornable a todas las expresiones del pluralismo.

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