El cambio que se avecina, tanto en muchos ayuntamientos como en las comunidades autónomas, no se refiere tanto al cambio de actores merced a una variación de la matemática electoral, ni siquiera al cambio de caras que será inherente a al mudanza sino que se resumirá en un cambio de estilo.
Lo escribía ayer Manuel Castells en La Vanguardia: "La única gobernabilidad estable no es un cambio aritmético sino una nueva relación entre instituciones y sociedad".
En otras palabras, la marcha de los viejos santones, acartonados por demasiado tiempo de poder envueltos en corrupción, debe suponer un ejercicio de gran transparencia que nos vincule a gobernantes y gobernados y aleje cualquier sombra de abuso o de sospecha. Si en la página web de las instituciones se detallan con pormenor los gastos en restaurantes, o en desplazamientos, o en todo tipo de atenciones sociales, se establecerá una plausible relación social entre quienes tienen encomendada la gestión institucional y quienes forman pare de esas instituciones.
Han pasado los tiempos del oscurantismo, de las asesorías a dedo, del nepotismo más o menos encubierto, de las tarjetas visa con cargo al erario público. Y todo esto es mucho más importante que el acervo de las nuevas idas.