Diario de Mallorca

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José Carlos Llop

Tradiciones

Nos contaron durante la infancia que sobre la isla se cernía la amenaza de su desaparición por hundimiento y sólo la existencia de tres santos locales impediría el desastre. Santa Catalina Thomás estaba asegurada y se esgrimía interesadamente a San Alonso Rodríguez, pese a haber nacido y crecido en Segovia, no fuera que acabáramos en una balsa. Los había también que citaban al beato Ramon Llull, que no era ni beato entonces y otros ponían sobre la mesa a Juníper Serra, o Fra Ginebró si el parlante era nacionalista de nuevo cuño. Padecíamos un grave déficit ante la amenaza: faltaba uno. Pero el tiempo lo arregla todo. Juníper Serra va a ser santificado muy pronto y a Llull dicen que le falta poco. Ratzinger el sabio fue de los que más ha hecho por la santidad de Ramon Llull (de entrada haberlo leído) antes de retirarse. O sea que por un lado ú otro o quizá por los dos y entonces tal vez se aparque a San Alonso por forastero estamos a punto de tener los tres santos necesarios para impedir que Mallorca se hunda, por muchos millones de personas que nos visiten en agosto.

Hasta aquí la leyenda, que como toda leyenda tiene su misterio y su belleza y que, además, valora la bondad como un medio para alejar la muerte y la destrucción. Esto resulta muy curioso porque la bondad no forma parte de nuestro santoral cotidiano y tampoco del etnológico. "Aquest nin, que és de puta...", o "saps que és de viu...!" dicho con admiración, son la primera piedra de la personalidad local más valorada. La listeza, la vivor, la astucia, antónimos de la bondad, forman parte importante de nuestro humus cultural. André Malraux dijo que el siglo XXI sería religioso o no sería, y yo preferiría que no tuviera razón, porque la nuestra va a la baja y la más potente parece que es ahora la que esgrimen los bárbaros y puros del llamado Estado Islámico. De momento vamos a tener los tres santos necesarios para impedir el hundimiento, pero la pregunta pertinente es la siguiente: ¿y hasta ahora cómo lo hemos conseguido? ¿Cómo hemos logrado que Mallorca se mantuviera a flote si carecíamos de los santos necesarios?

Tengo una teoría al respecto, una de esas teorías que le habrían gustado, creo, al escritor Cristóbal Serra. Mallorca no se ha hundido hasta ahora debido a un fenómeno físico que nada tiene que ver con sus fundamentos geológicos. Mallorca no se ha hundido debido al gas. Me explicaré. La isla se ha sostenido desde arriba y la mecánica empleada para ese fin ha sido una de nuestras características esenciales, que muta en dos modalidades: s'estufera y sa buferia. Ambos son fenómenos que hinchan y nos convierten en globos sin parecerlo y esos globos, anclados a la tierra por la ley de la gravedad, impiden que la isla desaparezca. S'estufera y sa buferia: dos salvavidas socio-antropológicos, tan nuestros como la sobrasada o la ensaimada.

Para comprobar su estricta mallorquinidad, hagan, por ejemplo, el experimento siguiente: intenten traducir ambas palabras al castellano y verán como pierden, tanto en significado como en campo semántico. Y pierden por su naturaleza original intraducible oral y emocionalmente, pese a que se alimentan de las constantes de la comedia humana. El dinero contribuye poderosamente a reforzarlas, pero no quedan al margen ni la genealogía, sea real o imaginaria, ni la fantasía del lugar que se ocupa en sociedad.

Pero volvamos a la traducción. Se habla de pretensiones, al referirse a s'estufera y de engreimiento al hablar de buferia, pero todos sabemos que las dos palabras pretensiones y engreimiento se quedan cortas ante la realidad casi táctil de las nuestras. No la alcanzan. Hay algo más y ese algo estriba en el mencionado elemento gaseoso, el que hincha al pavo, que es el que sostiene la isla como cogida por hilos, enraizando en todas las clases sociales y estamentos insulares (a los que habría que añadir colegios profesionales). Incluso al que viene de fuera acaba por contagiársele.

Quizá cuando tengamos tres santos mallorquines se produzca el milagro y s'estufera y sa buferia desaparezcan de nuestro mapa. Entonces no serán necesarias porque Mallorca ya no correrá peligro de hundirse y desaparecer. Estoy convencido de que la vida, cuando eso ocurra, ganará mucho y las relaciones entre nosotros, ni te cuento. Pero reír, reíremos bastante menos.

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