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Europa, más desigual e inestable

La pobreza es la manifestación más cruda de la desigualdad y su medición aporta indicadores explícitos sobre el éxito o el fracaso de las políticas económicas y sociales. Algunos de los últimos conocidos sugieren que el mundo, considerado de manera agregada, avanzó en el último cuarto de siglo en la reducción de la pobreza extrema, aquella que afecta a quienes no pueden siquiera satisfacer necesidades elementales (alimento, agua, techo...). Son los individuos que, según el baremo que utiliza el Banco Mundial, tienen menos de 1,25 dólares al día (1,11 euros) para vivir. Ha dicho últimamente Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, que el número de seres humanos en situación de pobreza extrema se redujo en 25 años a la mitad: de casi 2.000 millones de individuos a algo menos de mil millones (el 12% de la población).

Las grandes bolsas de pobreza del mundo han evolucionado de modo dispar. Asia protagoniza una espectacular mejoría, gracias sobre todo al desarrollo económico de China e India. Un dato: la población del sureste del continente que vive con menos de 1,25 dólares diarios ha pasado del 45% al 14%. África se mueve a otra velocidad. Salpicada de estados fallidos y de guerras, la región subsahariana aún tiene al 48% de sus hijos en pobreza extrema, frente al 54% en 1990. Son quienes siguen llamando desesperadamente a las puertas de Europa desde las pateras que naufragan en el Mediterráneo.

Europa cuenta a sus pobres con otras herramientas estadísticas propias de las regiones desarrolladas. Utiliza el llamado umbral de pobreza y sitúa por debajo de él, y por ello en situación de riesgo, a aquellos ciudadanos cuyo nivel de ingresos es inferior al 60% de la mediana (el valor que estaría justo en el medio en una hipotética relación de las rentas de todos los individuos). Los resultados dicen que la población de la zona euro bajo el umbral de la pobreza pasó del 15,6% al 19,1% entre 2009 y 2013, básicamente por lo ocurrido en el sur.

La tasa de pobreza de Grecia ha escalado del 18% al 44% y la de España, del 15 al 22%. Italia e Irlanda alcanzan el 25%. Es un indicador solvente de que la crisis ha acentuado las desigualdades en Europa por varias vías. La principal, el paro que ha golpeado sobremanera a españoles y griegos, pero también la política económica de estos años que, vía devaluación salarial y recortes en el Estado del bienestar, ha tenido a menudo un impacto relativo mayor en los hogares modestos.

La crisis ha expulsado así a millones de personas de las clases medias que habían ganado dimensión en las décadas precedentes y sujetado la estabilidad política. Las clases medias que en el origen del proyecto europeo común estuvieron en la primera línea de las prioridades políticas para no repetir errores del pasado y también para contener al comunismo durante la "guerra fría", y que ahora pierden talla mientras la ganan en Asia, con la globalización y la versión china de la economía de mercado.

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